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Cuando tenía 16 años estudiar medicina no estaba en mis planes, aunque realmente no tenía planes. Fue hasta darme cuenta como decaía el sistema de salud en mi país y la impotencia que sientes al no poder ayudar, al no saber cómo ayudar. Entonces pensé que siempre me gustó la biología y los temas relacionados a la salud. Podría ayudar a otros y encima ser recompensada por eso.

Entrar en la carrera de medicina en Venezuela es todo un proceso, no sólo la prueba de admisión, si no el hecho de tener que esperar un largo tiempo para presentarla por los problemas que sufre el país y que también afectan a las universidades.

Quería estudiar en La Universidad de los Andes, una de las más reconocidas del país. La prueba la presentaba casi medio país y todos me decían que entrar era complicado pero siempre he pensado que si vas a soñar debes soñar en grande. Así que fui por más. Comencé a estudiar y estudiar en medio de una larga espera de dos años, desde el día que me gradué del colegio hasta que decidieron pautar la fecha para presentar la prueba.

La presión no era normal, todos siempre me decían que estudiara otra cosa o en otra universidad pero nunca estuve tan segura de querer algo, a tal punto de ignorar los comentarios de mis conocidos, amigos y hasta mi familia; que ya comenzaban a preocuparse de que no fuese a quedar y lanzar todo ese tiempo por la borda.

Rechace infinitas oportunidades, esperé, estudié y quedé.

Soy muy feliz por estar a la mitad de mi sueño, es verdad; hay días en que siento que no puedo más, que las ojeras me ganan, que el café me falla, que dedico demasiado tiempo que podría emplear en algo más, pero a fin de cuentas nadie dijo que sería fácil y he hecho hasta lo imposible por no enfrascarme solo en eso, por dividir bien mi tiempo y disfrutar de mis pasatiempos, salir, escribir y hacer vídeos.

Hablando de eso, he hecho varios hablando de medicina. Los dejaré por aquí para que puedan verlos.

¡Un abrazo!