Destinados a no ser | Relato


Huele igual
Luce igual
Hasta besa igual
Pero no es él…

Lo peor es que siempre quieres volver, así el ya no este.

Se supone que los nudos comienzan en la garganta pero este surcaba mi estómago junto con la sospecha física de que algo no andaba bien, de que casi nunca había andado bien. No era un problema, era una fila de ellos que siempre me negué a ver y que por fin uno consiguió caer arrastrando los demás con él. Dejando al descubierto el caos en el que nos habíamos convertido.


Ahí estaba él, acostado mirándome. Sus ojos parecían dos tazas de café a punto de desbordarse, creí ver algo que parecían lágrimas y es que nada duele tanto como cuando ya lo ves perdido y lo nuestro se había extraviado hace mucho. Pasé un tiempo intentando buscarnos en los rincones donde fuimos felices. En aquella plaza donde dejábamos ir los domingos, viendo a la gente pasar. En el parque lleno de árboles, en el que una tarde me retó a subir a uno. Ese día él tenía pendiente un trabajo en la universidad pero luego de almorzar me miró, sonrió tiernamente y dijo:

-Hoy es tarde de paseo y no de estudio.

Me sentí estúpidamente especial por el simple hecho de que hiciera a un lado sus responsabilidades por pasear conmigo. Llegamos al parque y tenía la grama más verde y extensa que he visto, junto con grandes árboles y pequeñas lagunas llenas de tortugas.

-¡Vamos a subirnos a un árbol! –dijo entusiasmado.
-¡¿Qué?! Yo nunca me he subido a un árbol, no sé si sea buena idea.
-Claro que lo es, ven que yo te ayudo.

Salimos corriendo como dos niños al árbol más cercano que vimos y él subió primero, con una increíble facilidad, luego me daba instrucciones de dónde agarrarme para subir.

-¡Vamos tu puedes!
-Sé que vengo con zapatos deportivos pero no pensé que íbamos a hacer deporte.
-Esto no es deporte, deja lo floja -dijo mientras reía- te espero más arriba.
-No subas más puede ser peligroso
-¿Peligroso para quién? Somos como dos pájaros, vamos hasta la cima.
-¿De qué hablas? Estás loco.
-Tú también – dijo con una gran sonrisa- Así que ven y mira el paisaje, llénate conmigo de primeras veces.

Estuvimos un rato en la cima del árbol admirando el paisaje, el verde de los árboles y como el sol se fundía con las nubes de fondo, creando el paisaje perfecto junto con los techos naranjas de las casitas que se veían a lo lejos. La tarde se consumió y debíamos bajar. Él bajo sin ningún problema y en un cerrar y abrir de ojos ya tenía los pies en el suelo y yo estaba trabada en las ramas.

Esto se parecía bastante a la realidad, él siempre con los pies en la tierra y yo atascada en su juego. Al final nos llenamos de muchas primeras veces y de preciosos momentos, que también vinieron acompañados de grandes malos ratos.

Gracias por tanto y por tan poco al mismo tiempo. Es una lástima que estemos destinados a no ser.

Foto y texto de mi autoría.


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