Extrañando a Venezuela estando en Venezuela

Hoy les quiero contar que estos días me siento más nostálgica y melancólica que nunca…¿que cuál es la causa? Extrañar a mi país, algo complejo de explicar pues aún vivo en él. Comenzaré diciendo que nací en Caracas en el año 1.978, casi finalizando el periodo de la llamada “Venezuela Saudita”, años de altos ingresos petroleros y época de las vacas gordas. Era común el “ta barato dame dos” (frase muy empleada por los venezolanos que viajaban a Miami). Caracas era sinónimo de vanguardia y desarrollo, con modernas construcciones y autopistas, una gran infraestructura hospitalaria, excelentes escuelas, empleo, moneda realmente fuerte (dólar a 4,30), poca inflación, empresas florecientes. Un país encaminado a ser una potencia económica…

Sé que todo no era perfecto y que el país luego del 18 de Febrero de 1.983 (viernes negro) no volvió a ser el mismo (corrupción, inflación, inicio de la delincuencia, desempleo), de haber sido perfecto no hubiese habido el descontento social que nos metió en este embrollo en el cual estamos ahora, pero no se puede negar que era una época donde se vivía bien, con calidad de vida, donde unos padres con su trabajo honrado podían levantar a sus hijos, muy diferente de la Venezuela actual, con hiperinflación, altas tasas de robos, secuestros y homicidios, escasez de alimentos, medicamentos y hasta de dinero en efectivo, censura, deterioro de los servicios, falta de oportunidades.


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Vivimos una crisis sin precedentes, que ha hecho que un gran número de venezolanos emigre, venezolanos valiosos, capaces, preparados brillantes, que con su talento nos enorgullecen en otros países, obligados a emigrar buscando un futuro mejor que su patria no les puede ofrecer. Los venezolanos constituyen una de las migraciones más calificadas y preparadas de América Latina. Venezuela está perdiendo la población económicamente activa, la generación de relevo, la más importante para el desarrollo de un país.

Despedidas, lágrimas, abrazos, familias separadas, padres e hijos que no se han visto en muchos años. Pocos son los familiares y amigos que aún me quedan en Venezuela y lo extraño es que al hablar con ellos me sorprendo al ver que extrañamos las mismas cosas, sí, como lo están leyendo, las mismas cosas y sobre eso quiero hablarles en este post.

Extrañando a la familia y amigos

Es bastante común oír decir a quien emigró que extraña a la familia y amigos, sin embargo créanme cuando les digo que a los que nos quedamos también nos pasa esto y les doy como ejemplo la familia de mi esposo, quien tiene la mitad de su familia (incluyendo madre, hijo, 2 hermanos , sobrinos y primos) viviendo en Miami. Segura estoy de que mi esposo los extraña y de que ellos también a mi esposo y que quizás sólo falta que él se vaya para que la familia esté completa por allá… Por el momento yo tengo a mi esposo, padres y hermano aquí en Venezuela, sin embargo mi familia materna es muy unida y extraño las grandes reuniones familiares que solíamos hacer.

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foto de la izquierda: de 17 primos que salimos con mi abuela materna solo quedamos 6 en el país, de los cuales 2 están planeando su partida. En la foto de la derecha, de 7 primos sólo quedamos 2 y 1 en planes de irse

Ni hablar de los amigos, cuento con una sola mano (y me sobran dedos) los que aún están en Venezuela, extraño nuestras salidas, celebraciones, conversaciones. No tengo con quien reunirme para hablar de un problema o de una alegría. En este momento debo realizar una llamada a Panamá, Estados Unidos o España para hablar con alguna de mis mejores amigas y aunque la tecnología sea una bendición y nos permita estar en contacto, nunca será lo mismo, nunca será como cuando salíamos todos juntos a algún local de Las Mercedes, o a la playa o a algún mirador, a una exposición o a una obra de teatro.

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De la foto de la izquierda creo que solo quedamos en el pais 4 o 5 y de la foto de la derecha solo quedo yo

Extrañando la simpatía del venezolano

Algunos de mis amigos que están fuera comentan que no hay como la gente de Venezuela, tan cálida, gente que saludas en la calle hasta con un abrazo sin conocerla de nada y que no pensará que eres un atrevido por hacerlo.


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¿Quieren saber algo? Yo también extraño a esa gente. Con esto no quiero decir que no quede gente de bien en Venezuela, gente que te regala sonrisas y que hace las cosas bien, pero antes te los topabas en cada esquina y ahora no es tan frecuente encontrarlos. Extraño a la gente de mi infancia y juventud, gente con buena vibra, alegre, honrada, solidaria, dulce, afectiva, con educación, valores y principios. Recuerdo cuando se utilizaban los buenos días! Disculpe! Permiso! Cuanto extraño ser atendida con disposición, amabilidad, eficacia al brindarme algún servicio o al ser orientada hasta por un policía. Extraño ver esa sonrisa en la cara de todos, ese chiste en la punta de la lengua, ese piropo tan peculiar, ya que hoy se mira más la bolsa que lleva en la mano una mujer que a la propia mujer. Las conversaciones que hoy en día se oyen en la calle giran en torno a que en aquel sitio se consigue harina, a que la carne subió a no sé cuánto, a que en no sé donde no hay azúcar así que no vaya…Las personas solo parecen estar movilizándose para sobrevivir.

Por otra parte, a veces me pregunto ¿Cuándo el venezolano se volvió tan violento? Presencio discusiones diarias en la calle, en el metro de Caracas, en los autobuses, en el trabajo, algo que antes no era común observar. Entiendo que el nivel de ansiedad, preocupación y frustración que se maneja hoy en día contribuye con que esto suceda, pero eso no me hace extrañar menos al venezolano de antes. Además tenemos el surgimiento del “hombre nuevo”, gente apática, chanchullera, cargados de la llamada “viveza criolla”, vividores de oficio, que solo buscan que se les dé todo, que exigen mucho pero que no cumplen con sus deberes como ciudadanos. Todos los días evidencio una sociedad gravemente fracturada y eso me da miedo, mucho miedo, pues creo que será algo muy difícil de arreglar.

Extrañando los lugares, costumbres y cosas

Común es también oír decir a los que están fuera que extrañan ciertos lugares o cosas: nuestras playas, el Ávila, las guacamayas que surcan el cielo de Caracas por las tardes, los rones venezolanos, comerse un pecado frito con tostón, el hacer hallacas en familia, un partido Caracas-Magallanes, en fin tantas cosas.

Supongo que este punto llamará su atención pues se preguntarán como puedo yo que estoy en Venezuela extrañar algunas de estas cosas…les diré que sí, las extraño a medias como ya les explicaré.


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En cuanto a los lugares, es poco lo que se puede hoy en día viajar o salir, bien sea por una cuestión de economía o de inseguridad. Aunque en media hora puedo estar en alguna de las playas del estado Vargas tengo años sin visitar una playa de Morrocoy, Mochima o Margarita pues no puedo costear unas vacaciones por esos lares, tengo muchísimo tiempo sin salir de noche tanto por el costo como por la inseguridad. Soy hija de una ciudad que se considera insegura desde que tengo memoria, pero nada comparado con lo que vivimos hoy en día. Extraño las salidas hasta la madrugada y no concibo como logran soportar la angustia los padres hoy en día cuando sus hijos salen un viernes por la noche (pensar que mi mamá en los 90 se quedaba despierta hasta que llegáramos, no me la imagino hoy en día).


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Ya ni siquiera el deporte nos une, extraño cuando durante los meses de Octubre a Febrero el béisbol era el protagonista. Como buena fanática de los Leones del Caracas y además casada con un Magallanero acérrimo no faltaban los chistes, las puntas y la asistencia a los partidos en el Estadio Universitario. Desde hace varios años hasta eso hemos perdido, a tal punto que durante esta última temporada 2.017-2.018 no digamos que no asistimos al estadio, es que ni siquiera recuerdo haber comentado un resultado o haber hecho mención de la tabla de posiciones con mi esposo. ¡Como hemos cambiado!

Extraño ver el bullicio de los estudiantes en la calle, porque sí, aunque no lo crean son menos. La deserción escolar y universitaria está acabando con la formación de nuestros jóvenes. Los liceístas se preguntan para qué estudiar una carrera universitaria, eso hoy en día está visto como una pérdida de tiempo. Este sistema no permite progresar a través de esa vía. Por otra parte, están los que se debaten entre estudiar o tener que trabajar para ayudar al sustento familiar.

En cuanto a las costumbres, hasta preparar una hallaca se convirtió en un lujo y en muchas familias no se pudo disfrutar de una tradición tan hermosa como esa.


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Extraño las tardes soleadas en las que podía ir a pasear con mi mamá al centro de Caracas o al Boulevard de Sabana Grande y encontrarlo todo limpio, transitar sin la angustia de estar mirando hacia los lados y apretando fuerte la cartera (y no digo que pudiendo mirar en teléfono, pues en esa época no existían los celulares, pero si hubiesen existido seguro se habrían podido sacar sin temor alguno).

Todas estas cosas las recuerdo con tristeza y a veces me veo caminado por un país del que me siento ajena. Todos los días alguien me pregunta si me voy a ir del país y debo confesar que tengo una relación de amor-odio con ese tema, me da rabia pensar en ser botada de mi propio país, de la patria que me vio nacer, donde quería progresar y devolverle todo cuanto me dio pero… a veces me pregunto si todo no estará perdido ya? Si no se estará haciendo muy tarde? No hay manera de ignorar el desastre en el que vivimos y ser feliz. Me cubre una avalancha de desesperanza y pienso en cuántas décadas tomará volver al país de mis sueños, de mis recuerdos, a veces creo que de la Venezuela que extraño queda poco o simplemente ya no existe, y sufro y lloro en silencio…

Mi Venezuela querida ¡Cuanto te extraño!

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