El día de hoy les traigo el tema de los contratos inteligentes, visto desde una aproximación simple a su concepción y uso para los que nos iniciamos en el tema.

En el universo de la blockchain existen múltiples avances tecnológicos que estarán impactando en nuestra vida cotidiana más temprano de lo que se piensa. Uno de ellos son los contratos inteligentes, los cuales han sido muy utilizados para las ofertas iniciales de monedas (ICO), pero su uso y posibilidades son mucho más amplias. 

El medio de comunicación CriptoNoticias (2017) nos da una definición sencilla al respecto: “… se tratan de contratos que tienen la capacidad de cumplirse de forma automática una vez que las partes han acordado los términos”. Esto implica que los presentes contratos tienen una forma de operar distinta a los tradicionales que ya conocemos basados en un papel firmado. Eso sí, ambos coinciden en que las partes se comprometen a cumplir con lo pautado en ellos sobre el objeto del contrato (bien o servicio), debiendo ser esta una causa justa, verdadera y lícita. Sin embargo, “…ambos difieren en tres factores: el modo de escritura, su implicación legal y el modo de cumplimiento” (ob. cit., 2017). 

Los contratos tradicionales en papel implican, primero, fijar los términos y condiciones por parte de las partes implicadas a partir de un acuerdo común; segundo, firmar dicho acuerdo y por último, contar con un respaldo legal que permita a estas partes contar con un tercero de confianza que supervise el cumplimiento de lo pautado, para que nadie vulnere lo establecido en el contrato perjudicando así a una de las partes. 

En cambio los contratos inteligentes son programas informáticos que están escritos en código virtual, no en una lengua humana o lenguaje natural. Se basan en un software programado para ejecutar y cumplir una serie de tareas según unas instrucciones previamente establecidas. Por supuesto, esto obliga a las partes a cumplir lo acordado sin el uso de intermediarios de confianza como las notarías, ya que el código informático se encarga de cumplir esta función. De esta forma se reduce el tiempo de acción, se evitan posibles errores y los costos implicados. 

Sin embargo, para asegurar que ninguna de las partes podrá manipular el software para cambiar las condiciones del contrato a su favor, todos los contratos inteligentes se registran en una cadena de bloques o blockchain. Esto implica que la información escrita en código informático queda cifrada y por lo tanto, es inmutable, lo que ofrece autonomía, seguridad y confianza a los implicados, y por ende, los obliga al cumplimiento de las condiciones y términos. 

Por supuesto, toda esta tecnología está en sus etapas iniciales, por lo que los contratos inteligentes son susceptibles de errores u obstáculos, tales como la inmutabilidad de la blockchain, lo que significa que si hubo un error de programación o alguna de las partes no puede cumplir con lo acordado por algún incidente personal o de otra índole, no habrá forma de corregir, modificar, aplazar o cancelar lo acordado por ninguna de las partes; incluso se podrían producir robos de fondos por terceros como un hacker. Todo esto está buscando corregirse a través de posibles blockchain editables. Por último, no existe todavía un marco legal en ningún país del mundo que avale el uso de estos contratos inteligentes dado que se encuentran en su etapa de estudio, prueba y desarrollo. Hay algunos casos de uso concreto en período de prueba en Estados Unidos, por ejemplo. 

Un ejemplo muy sencillo lo tenemos en la adquisición de una propiedad:  

“Digamos que María quiere comprar la casa de Pedro a crédito, pagando cierta cantidad de cuotas mensuales. Entonces Pedro y ella utilizan alguna plataforma de contratos inteligentes… para programar el contrato con los términos establecidos. Entre ellos, que María pagará X cantidad antes de cierta fecha cada mes… y que Pedro cederá irrevocablemente el título de propiedad registrado en la cadena de bloques a María cuando la cantidad acordada se alcance. Entonces el contrato inteligente actuará, sin necesidad de intermediarios, y llevará a cabo justamente esas instrucciones, al pie de la letra, sin que María ni Pedro puedan intervenir” (CriptoNoticias, 2017). 

Como vemos esto es algo rápido y simple, por lo que los contratos inteligentes pueden aplicarse a: a) automatización de pagos (programar el envío de una cantidad de dinero en un tiempo específico que deberá ser entregado a una de las partes; ejemplo herencias, préstamos, etc.); b) registro y cambio de propiedad (fijar la pertenencia de una propiedad y el cambio de titularidad); c) transacciones energéticas (basadas en el intercambio de energía entre individuos y organizaciones con la posibilidad de personalizar el consumo de cada cliente); d) propiedad intelectual (facilitar la distribución de ingresos cuando los derechos de un producto o servicio son compartidos); e) seguros (automatizar procesos de pago ante incidentes); f) apuestas (cumplir las condiciones de pago sin terceros de confianza); g) compras automáticas (compra de bienes o servicios a un precio fijo durante un tiempo determinado); i) elecciones (registrar y verificar elecciones gubernamentales o de cualquier otra índole), entre otros. 

De esta forma podemos apreciar los contratos inteligentes son una alternativa que brinda amplias posibilidades para un próximo futuro que toca nuestras puertas y que nos invita a sumarnos a un mundo cada vez más digitalizado: la cibercultura y la cuarta revolución industrial. Seguramente serán de uso corriente en los próximos años por los múltiples beneficios que generan a las empresas y gobiernos, ya sea por la facilidad, velocidad de uso y consulta, como por el ahorro en gastos.