Microficciones

Tres microrrelatos de temáticas variadas.
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Fuente

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Arrancado

Mi féretro es el común: de madera, acolchado y forrado. He tenido tiempo para amoldarme a él después de que morí. Por eso sé que el interior de este saco de trapo —donde huesos ajenos chocan contra mi osamenta— no es mi lugar de descanso. El hombre que nos lleva entona cánticos extraños mientras cruza la verja del camposanto. La tierra de mi tumba va adherida a sus zapatos blancos, como un último intento de darme lugar en el plano de los vivos. Pero es inútil.

Esta vez me voy de verdad, hija, ya no tengo refugio contra el olvido.

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Melocotones

Suelo iniciar por la semilla, siempre húmeda gracias al jugo que mana de la carne. El trozo de melocotón está a la altura de mi rostro, tan cerca que mi nariz roza los pliegues de aquella simiente ovalada y oscura, percibiendo su perfume líquido. No lo resisto, chupo la humedad que exudan las grietas y mi excitación me hace apretar los dedos sobre la carne; escucho los jadeos en respuesta pero ellos no son mi premio, mis labios no están lo suficientemente mojados aún. Con la punta de mi lengua recorro las curvas de la fruta, mi aliento se derrama en los hoyuelos generosos de la piel. “Por favor”, casi sonrío al oír la súplica que se eleva entre la bruma de las feromonas.

Entonces mi índice descubre la cavidad oculta, la zona más blanda de aquel cuerpo dulce, y me hundo.

Oh, sí, qué maravillosos son los melocotones.

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El payaso

Los rasguños comenzaron después del cumpleaños de Bobby.
Bobby es un buen niño, por eso la abuela le regaló aquél payaso: una cara pálida, con dos conos de cabello rojo a cada lado de la cabeza, sonrisa guasona y una enorme nariz en medio de dos ojos amarillos abiertos de par en par; todo esto coronando un pequeño cuerpo enfundado en un trajecito estrafalario.
Bobby nunca ha dicho mentiras pero su mamá está segura de que esta vez es distinto, así que hoy ha encerrado a su hijo en el cuarto sin cenar. El niño se hace un ovillo en medio de las sábanas, sabe que no tiene escapatoria: ya escucha la risa histérica, ya siente el crujido de las extremidades aumentando de tamaño en la oscuridad. No es capaz de volverse, ya la sábana se desliza por sus piernas, ya advierte la hoja afilada del cuchillo carnicero en su espalda. El payaso quiere jugar y Bobby sabe que esta vez será algo más que solo rasguños.

Cúa, 27 de diciembre de 2014. (3:07 a. m.)

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