Tú fuiste lo que buscaba
cada vez que respiraba;
la única flor que me amaba
aún no había sido arrancada.
Tú eres mi octavo pecado,
el deseo de lo inesperado;
el octavo círculo no se ha creado
porque tu cuerpo no he olvidado.
Tú serás mi sol en invierno,
la pureza de mi pecado,
la dulce dama en mi cuaderno
con la que todavía no he bailado.
Poema original de David Leplaid, Fuente de las imagenes: I
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