Aún no encuentro palabras con las cuales pueda describir lo que sentí cuando me entere de que te estabas formando dentro de mí.
Al escuchar los latidos de tú pequeño corazón comprendí que esto era algo que iba más allá de lo que yo en algún momento asocie con la palabra AMOR, durante mis 29 años de vida nunca había sentido algo así, lagrimas y sonrisas al mismo tiempo ¿Cómo podría definir este sentimiento?
La vida me dio un giro inesperado, pues par de años atrás por problemas de salud me fue extirpado uno de mis ovarios, y como bien saben los ovarios son quienes producen las hormonas progesterona, estrógeno y testosterona, juegan un papel sumamente importante en el proceso de fertilización.
¡Pero Dios decidió darme la dicha y me premió!
Ser madre ha sido experimentar un milagro, desde el momento de la concepción nuestro cuerpo comienza a experimentar grandes cambios tantos físicos como emocionales, ya que nuestro útero acoge un inquilino.
Somos afortunadas al ser nosotras las mujeres, quienes llevamos a estos milagros en nuestros vientres.
Nada en esta vida se compara con la llegada de un hijo, aún así sabiendo que todo para nosotras cambiara, desde nuestro horario de dormir hasta el de comer.
Más allá de toda la ciencia, jamás dejaremos de asombrarnos ante el milagro de la vida, un mecanismo maravilloso, un camino lleno de emociones.
Es la llegada de este nuevo ser quien nos llena de amor, y nos hace sensibilizarnos, pues ya nuestra vida tiene un propósito, el bienestar de otro. Ya empieza todo a tomar sentido, ahora existe alguien que dependerá de ti, alguien que seguirá tus pasos.
