Cuentos del hogar (I)

Ellas, las alegrías del hogar

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Hoy quiero hablarles de las hijas dentro del hogar. Esas criaturas hermosas que día a día “casi” siempre alegran y de ese “casi” es que quiero contarles.

Cuando me reúno con mis hermanas o con las amigas, entre uno y otro cuento siempre tocamos, entre tantos temas, el tema del hogar, de los hijos, de las parejas, del trabajo. En una oportunidad comenzamos a echar cuentos de las cosas que nos hacen las hijas que, en el momento, nos dan rabia y nos llenan de impotencia, pero que al contarlas nos causan gracia, porque realmente, son como tonterías. Les cuento algunas anécdotas.

Dandome un cariñito

El domingo por la tarde tengo la costumbre de “arreglarme los pies”, es el momento de hacerme un cariñito: caliento el agua, le coloco crema y un poquito de jabón, busco la toalla, busco una película en la tele y procedo a iniciar el ritual: Me quito la pintura vieja, coloco crema alrededor de las uñas y ya cuando voy a sumergir mis piecitos en el agua tibia, me doy cuenta que no tengo la lata de chocolates que algún día agarre para guardar los instrumentos necesarios para dicha faena: tijeras, corta-cutícula, lima, algodón, pinturas … voy al closet y… ¡No está!
─ ¿Quién la pudo haber agarrado y no colocarla en su puesto?
─ La niña, (que de paso no está en la casa y ella tiene su propia lata), voy a su
cuarto y tampoco veo allí la famosa lata.
─ ¿Qué provoca?
─ Esmoñarla

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¿Quién friega la olla?

─ Escuchen esta joya: Ayer le deje la comida en las ollas para que no se le enfriara, porque se retraso un poco para el almuerzo. Me voy a descansar un rato a mi cuarto, la escucho llegar, saluda y corre a servirse la comida, se sienta, come, chatea, y finalmente se para a “fregar”.
Cuando me levanto y voy a montar el cafecito de la tarde encuentro las tres ollas con un poquitico de cada cosa:
─ ¿Cuál es la idea?, ¿Por qué no se lo comió todo?
─ Pues para no fregar las ollas.
─ ¿Qué provoca?
─ Meterle un cocotazo.

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Mil y una cosita más

─ Mi muñequita, cuenta otra madre, la semana pasada la llevé al hospital donde está haciendo sus prácticas de medicina, le preparé el desayuno, comió; le acomodé el almuerzo para que se lo llevara. Mientras ella se vestía: limpié y arreglé la cocina, metí una ropa en la lavadora, le serví comida a los perros y le lleve el desayuno al esposito que está convaleciente. Termino de arreglarme, bajo y le digo que ya salimos que agarre el almuerzo; nos vamos. Llegamos al sitio, nos despedimos y me enrumbo a la casa a hacer mil cosas, cuando voy llegando al hogar me llama diciéndome:
─ ¡me puedes bajar el almuerzo que se me quedó en el carro!
─ ¿Qué provoca?
─ “Molerla a palos”.

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Fuente

La que no hace nada

─ Este cuento necesita el contexto: La joven, alegría del hogar, estudia en Caracas y vive en Maracay con su mamá. La mamá trabaja en una ciudad relativamente cercana y además está estudiando un doctorado, por lo que, ¡no es que le sobre el tiempo! se reencuentran todos los fines de semana. Cuenta la amiga:
─ La mía se la comió el otro día, llegó de Caracas super entusiasmada porque tenía, entre manos, el negocio del año y me dice:
─ Mamá, ya sé que negocio vamos a montar
─ ¡Ajá!, ¿Qué será?
─ Una venta de donas, ya averigüe precios y se le gana bastante y lo vamos a montar en la puerta del supermercado de los chinos.
─ ¡Ujú!, hija y si tu estas en Caracas toda la semana ¿Quién va a atender ese negocio?
Con su cara de sorpresa y como si fuese lo más obvio del mundo, responde
─ Tuuuuuuu
─ ¿Qué provoca?
─ Esmoñarla, meterle un cocotazo y molerla a palos.

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Esmoñarla, meterle un cocotazo, molerla a palos, son expresiones que le escuchaba a mi abuela cuando niña, aunque de ellas se puede inferir el maltrato físico-verbal, en la convivencia, eran tomadas como una amenaza que sonaba a: estoy molesta pero me causa gracia lo que hiciste.

Y es que el hogar es ese espacio donde un grupo de personas conviven con fines, metas y sueños comunes, lo cual implica: alegrías, tristezas, compromisos, responsabilidades, compartir, encuentros, desencuentros y… pare de contar.

Cada hogar es un mundo donde, por lo general, los padres colocan normas y los hijos siguen las normas pero, a medida que los muchachos van creciendo, las normas tienden a flexibilizarse porque se supone que ya hay una formación y unos valores arraigados.

Todos tenemos miles de cuentos de las cosas que nos pasan en el hogar y quizás una de las maneras de mantener la armonía es tomarnos con humor aquellas que realmente no son un problema. Así que te invito a ver y compartir el lado gracioso a tus vivencias.

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Aquí, siete familias en el hogar materno

Hasta una nueva entrega. Agradecida

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Las fotos que no tienen Fuente son de mi autoría

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