¡ANCHA ES CASTILLA!

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Regreso de ocho días en el Camino de Santiago por tierras burgalesas y palentinas repletas de verde triguero y rojo amapola. Por allí todavía se respira primavera en flor y románico eterno. Qué perfección la de San Martín de Frómista; qué interesantes también los yacimientos de Atapuerca; qué ciudad tan habitable Burgos.
Entiendo que se equivocan quienes, por considerar que la monotonía de los campos castellanos es aburrida y tediosa, prefieren saltarse los 175 kilómetros que separan Burgos de León. Y sin embargo, son etapas equilibradas, cabales, confortantes. Me vienen a la memoria las palabras de Unamuno en que decía que el paisaje de Castilla es huraño y apacible: “No os choque el ayuntamiento de esos dos epítetos que a primera vista parecen repelarse mutuamente. Huraño es el paisaje castellano, sin duda, pero de una hurañez que aquieta, que apacigua al alma después de exaltarla, apacible.” Y es que la rectilineidad del Camino, que se pierde en el lejano horizonte, invita poco a la distracción y mucho al ensimismamiento…
Y luego, con los kilómetros nuestros de cada día cumplidos ya sobre una mesa, la charla sabrosa, reposada, amigable y (dis)tendida con los compañeros de viaje…

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