Cuentos para asustarte: Concurso de relatos inspirados en mitos y leyendas latinomericanas – Ese beaujolais que no estaba tan bueno

(Fotografía del autor).

¡Saludos amigos de Steemit!

A continuación mi participación en un interesante concurso que organiza mi amiga @marlyncabrera. Las bases aquí.

Cuenta Fray Bernardino de Sahagún que se reunieron los dioses en Teotihuacán para crear el sol y luna. A la luna para que no iluminara mucho le lanzaron un conejo. Ya estando creados, los astros no se movían. Decidieron entonces los dioses sacrificarse para que los astros entraran en movimiento. Únicamente uno de ellos, Xolotl, no quiso sacrificarse. Y entonces se convirtió en maíz y fue descubierto. Luego en maguey y también fue descubierto. Finalmente se convirtió en axolotl, fue descubierto y murió.


Ese beaujolais que no estaba tan bueno

La siguiente historia seguramente parecerá ficción. Quienes me conocen podrán verificar algunos datos: 1. Mi profesión: Detective privado. 2. Mi viaje a Paris. 3. El accidente en moto. Así como esos hechos los siguientes realmente sucedieron.

Había sido contratado por un hombre acaudalado para que investigara ciertas infidelidades de su mujer. A mi parecer la espectacular rubia, que parecía salida de un filme sobre vikingos, tenía razones para engañar a aquel sujeto al que además del dinero no me unía nada más: Vivía en una enorme biblioteca y supongo, por ello, que era un gran lector. En ella me recibía. Sentado en un sillón verde me indicó una tarde que debía seguir a su mujer a París y comprobar, finalmente, quien era el hombre con el que ella le era infiel.

La ciudad de mi niñez me recibió un noviembre. El beaujolais del año acababa de ser lanzado así que pasé los primeros tres días borracho antes de decidirme a comenzar el trabajo. Me parecía tan inútil todo aquello. Esa mañana el pavo real mostró su cola en el cielo de Paris mientras yo seguía a aquella pareja. El hombre insistía en que quería la foto de un beso: Imaginaba yo que conseguía una imagen como aquella de Greta y Carl, la enviaba por correo y me pasaba el resto de los días bebiendo. Estábamos los tres, o ellos dos y yo, como prefieran, en el Musée de Cluny. El hombre trataba de que la rubia entendiera unos célebres tapices con un unicornio. La beldad, más que aburrida, quería que apuraran el paso a la avenue Montaigne. “Antes algo más”, dijo el hombre. “Te llevaré a ver los acuarios”. Los seguí por rue des Ecoles hasta que las ganas de un vaso de vino me distrajeron. Compré una botella del beaujolais de Augustin Florent que me pareció exageradamente dulce. Luego bajé por rue Jussieu y allí los conseguí en el edificio de los acuarios del Jardin des Plantes.

El hombre trataba esta vez que la mujer se interesase por no sé que pez mexicano cuando otro visitante llamó mi atención. Tremendamente alto. Vestido de blanco. Nunca he buscado interpretaciones espirituales de los hechos pero podría decirse que era como ver un río de pie. Algo fluía a través de él. Estaba como anonadado frente al mismo pescadito este del amante. Pero su actitud, la profundidad con que lo miraba, hizo que me olvidara de la pareja.

No sabría decir si fue el vino. Recuerdo todo a trozos. Como aceleraba la Indian que había alquilado. La borrachera era como estar sumergido en lodo. Como quedar enterrado para siempre. A punto de una metamorfosis que nunca llega. Era como ser un adolescente eterno. Preocupado en un bucle sin fin, como acto de Onán, porque las compañeras de clase se fijasen en mi o por el escote de la mamá de mi mejor amigo. Eternamente erecto sin poder eyacular.

El hombre de traje blanco ahora era un río de color. Una serpiente. Un ave del trópico que lucía mil y una tonalidades de verde. En la luna podía distinguirse al conejo. Y gracias a sus rayos pude distinguir que el hombre de traje blanco reunía a unos prisioneros para ser sacrificados. La liturgia debía cumplirse para que el doble astro hiciera su trabajo. Era un sacerdote. Un nahualli. Y estaba a cargo de un terrible ritual que garantizaría que el Sol y Luna salieran y se escondieran cada día. En sus ferocidades resplandecía la luz de Shu o de Undómiel aunque yo recordaba las palabras de mi padre, un lacerante pastor cristiano, cuando veía llegar los borrachos al barrio cada madrugada: Isaías 14:12-14. En la inconsciencia en la que me encontraba comprendí. Debía hacer algo para escapar.

He releído los artículos de la prensa buscando comprender. Hay quienes me insisten que estar al borde de la muerte debería haberme cambiado. Yo sigo pensando en ganar dinero espiando a amantes furtivos para poder beber y cabalgar motos de alta cilindrada. Los diarios reseñaron que la Indian quedó inservible. Que aunque estuve más de seis horas envuelto en una dura costra de lodo milagrosamente me salvé. Algún periodista recordó la historia de un anfibio extraño: el ajolote. Un amigo mexicano me ha insistido que es natural de su país y que se escribe con x.




Como el Markdown nos robó la posibilidad de usar tres estrellitas valga esta foto. (Fotografía del autor de un ejemplar de Rayuela).


Notas (Algunas menos necesarias que otras)

Al no-lector de Cortázar, homenajeado en este texto, le servirá leer “Continuidad de los parques”, “Axolotl” y “La noche boca arriba”.

La imagen de Cortázar como un “río parado” me la regaló hace muchos años Ernestina Salcedo Pizani, quien me enseñó a leer poesía en su biblioteca, en unos sábados en los que después de saborear a los poetas del 27, terminábamos en las tascas de la Candelaria.

El mito de Xólotl y su metamorfosis en axolotl lo recoge Fray Bernardino de Sahagún en su Historia general de las cosas de Nueva España y puede leerse en la edición de 1829, p. 249. El facsímil digital aquí.

Si has llegado hasta aquí no dejes de consultar el manuscrito original de la obra de Sahagún, en español, náhuatl y latín conocido como Códice Fiorentino conservado en la Bibliotheca Medicea Laurenziana. El facsímil digital en el sitio web de la Biblioteca aquí. El mito en los folios 232r-232v. La ilustración del conejo de la luna en el folio 228v.

Esta es la imagen de Xolotl más célebre. Proveniente del llamado Códice Borgia (Borg.mess.1) de la Biblioteca Apostólica Vaticana. El facsímil digital en el web de la Biblioteca aquí. La ilustración en el folio 65.

Greta y Carl son algunos de los que dicen ser los protagonistas de la célebre foto de Alfred Eisenstaedt “V-J Day in Times Square”. La imagen puede consultarse completa en el web de la revista Time aquí.

Ha sido un placer pensar, soñar, repensar y volver a visitar el misterio de los axolotls de la mano del gigante Cortázar y por supuesto de José Emilio Pacheco (De El reposo del fuego):

El ajolote es nuestro emblema. Encarna
el temor de ser nadie y replegarse
a la noche perpetua en que los dioses
se pudren bajo el lodo
y su silencio
es oro
–como el oro de Cuauhtémoc
que Cortés inventó.


@equipocardumen

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