Relato Propio: Viejos Sabores

Buenas a todos. Este es el primer post con contenido que hago y me pareció adecuado, según estuve viendo la comunidad, comenzar con un poco de literatura propia.
Antes que nada quiero aclarar que si quieren conocerme pueden pasar por mi post de presentación AQUÍ.
En el ámbito literario, con lo que a Steemit respecta, mi idea es compartir mis relatos con ustedes. Me gustaría mucho que me dieran una devolución de ellos, que me digan qué les gustó y qué no, etc. Aclaro que, como hace un tiempo relativamente corto que empecé a escribir, me gustaría que me dejen todo tipo de críticas y opiniones acerca de mi gramática. Por otro lado, si consideran que les puedo ayudar a escribir mejor, no duden en consultarme y mostrarme su material, con gusto lo leeré.

Por lo pronto, les dejo un cuento bastante melancólico o nostálgico que escribí hace un par de meses:

Un amigo extendió su mano y me ofreció un chicle. Le dije que no tenía ganas, que en breve cenaba. Él, seguro de lo que ofrecía, insistió “Dale, guardalo para después por lo menos”. Yo, al entender lo que realmente ofrecía, me reí. Había entendido que en ese momento el objeto no importaba, que él solamente tenía ganas de compartir, y luego de eso, lo acepté. No podía negarme a compartir con un amigo. Entonces me lo dio y antes de abrirlo le pregunté “¿De qué sabor es?” y me contestó muy acertadamente “Vas a ver que es como si ya lo hubieses probado, es como a… no sé, nostalgia”. Con mucha curiosidad, y tratándolo de payaso, saqué el chicle del papel y me lo mandé a la boca y en el momento, en que mi lengua sintió el primer sabor, me sentí extraño, pensé “Qué maldito, tiene razón. Tiene sabor a infancia”, era tan difícil de explicar, como si lo hubiese comido durante toda mi vida. Inmediatamente sentí el tiempo volverse lento. Por mi cabeza pasaron todos mis recuerdos más antiguos, como los dibujos animados que veía , los álbumes de figuritas, los juegos de mesa, las tardes en bicicleta, la merienda, los chistes de primaria, la hora de la siesta, los juegos de recreo, los guardapolvos sucios, los escondites y todos los juguetes que tuve: las espadas, los robots, los comunicadores, los autitos, y todos aquellos que se rompieron, los que se perdieron y hasta los que regalé. Logré entender qué estaba pasándome cuando recordé que en todas esas memorias estuve con él y con muchos otros amigos, que todo fue compartido, que este chicle era como cualquier otro, pero que me lo había dado un amigo con quien compartí toda la vida. Eso lo convertía en el mejor chicle del mundo. “¿Y? ¿Qué te parece? ¿Qué sabor le sentís?” me preguntó al verme medio tildado mientras yo estaba sumergido en mi mente. “Tiene sabor a mandarina, boludo”, le respondí.

H2
H3
H4
3 columns
2 columns
1 column
Join the conversation now