CONTENIDO ORIGINAL // Filosofando sobre la amistad

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Existen ideas (o conceptos) que nos resultan incompletas, cortas, insuficientes, aún cuando conocemos sus «claras» definiciones y forman parte de nuestro uso cotidiano. Son expresiones de significación abstracta o de referencialidad subjetiva. Por ejemplo: la noción de belleza en el arte; la de justicia en la ética; la de tiempo en la ciencia; la de amistad... en la filosofía y en nuestro día a día.

Podemos estar de acuerdo, tal como San Agustín, en que sabemos lo que estas ideas son cuando nadie nos pregunta sobre ellas; sin embargo, si alguien nos pidiera definirlas o explicarlas, no nos resultaría tan sencillo hacerlo.

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El pensamiento filosófico nos protege de análisis sesgados, de autoridades injustificadas, de valores y costumbres cuestionables. Un ejercicio para promover este tipo de pensamiento es el de formular preguntas: el solo hecho de identificar una incógnita es ya ilustrativo y enriquecedor en sí mismo; adicionalmente, el análisis y la búsqueda de respuestas (las cuales muchas veces no son encontradas) es comparable con la apertura de una ventana hacia nuevos paisajes, hacia nuevas perspectivas.

Así, podríamos preguntarnos a propósito de la amistad:
¿Posee su propia moral? ¿Qué estaríamos dispuestos a hacer por un amigo? ¿Sobrepasaríamos, o mejor dicho, traicionaríamos nuestros valores morales por un amigo?
¿Podemos ser personas malas pero buenos amigos? ¿Puede un buen amigo ser una mala persona?
Preguntas que surgen en un parpadeo...

De la mano de Aristóteles y de Schopenhauer exploraremos dichas incógnitas. El primero nos brinda una descripción de las formas de amistad y de la naturaleza de estas que, a pesar de poseer más de dos mil años de antigüedad, aún resulta ilustrativa y detallada. El segundo, con su evidente pesimismo, nos provee de análisis que atraen por su agudeza, practicidad y simplicidad.

Examinando las concepciones de la amistad de la antigua Grecia: Aristóteles


Aristóteles, en su Ética nicomaquea, analiza la amistad y la identifica desde el inicio como una forma de amor. Sin embargo, explica, no se ama todo, sino solamente aquello que es “amable”; esto es: lo bueno, lo placentero y lo útil. Tal como existen esas tres formas de amor, igualmente identifica tres tipos de amistad: la basada en el interés, la basada en el placer personal y la basada en el bien.

De las tres formas de amistad, quizá la mayoría considerará a la basada en el bien como la más genuina. Las otras dos no pueden ser genuinas cuando el objeto de su «amor» no es la otra persona en sí, sino las circunstancias que le acompañan y el efecto placentero que ellas causan en el «amigo». En un mundo en el que todo cambia, también lo harán dichas circunstancias, por lo cual dichas formas de amistad suelen durar poco.

Por su parte, la basada en el bien, apunta hacia el espíritu del amigo. Es decir, hacia su bondad y virtud. Para Aristóteles es esta la amistad perfecta, aquella que se da entre personas buenas y semejantes. Una que no nace de la noche a la mañana, como bien podría ocurrir en los otros dos casos, sino que requiere de tiempo para compartir momentos y experiencias, en la cual se conoce, se confía y se cree en la otra persona; que apunta hacia la pureza de esas características que hoy en día aún reconocemos como elementos fundamentales de cualquier amistad, y ante cuya ausencia no dudaríamos en denunciarla como incompleta: respeto, nobleza, desinterés, lealtad, sinceridad…, amor.

¿Consideraríamos vigentes estas tres formas de amistad en la actualidad? ¿Son verdaderos amigos aquellos cuya amistad se encuentra basada fundamentalmente en el interés o en el placer? Por lo personal, por lo subjetivo y por lo abstracto del tema, osadamente les invito a filosofar, a refutar a Aristóteles.

Una visión pesimista: Arthur Schopenhauer


A diferencia de Aristóteles, Schopenhauer no identifica formas de amistad, sino categoriza a la misma como verdadera o falsa. No obstante, resulta interesante conocer que describe a la amistad verdadera como quimérica: ¿Son los humanos egoístas por naturaleza? Tal es la visión que Arthur Schopenhauer sostiene. Indica que la verdadera amistad, al ser una expresión de afecto y lealtad pura y desinteresada, se muestra tan improbable y tan alejada de la realidad humana que bien podría compararse con las mitológicas hidras.

Schopenhauer, receloso y suspicaz del espíritu de sus semejantes, rechaza tajantemente la aristotélica «amistad perfecta», y, ante el evidente y pululante egoísmo humano, dirige su enfoque a brindar reflexiones sobre cómo cuidar y fortalecer ese «imperfecto» lazo. Expone que cierta indiferencia fortalece la amistad y que, citando a un viejo refrán italiano, «el que no aprecia es apreciado». Observa, agudamente, que más rápido perderemos a un amigo por hacerle un préstamo que por negárselo, ya que «la complacencia y gentileza excesivas» suelen degenerar en una falsa sensación de necesidad: «los hombres no pueden soportar la sensación de ser necesitados: la altanería y la insolencia son su acompañamiento inseparable» (Schopenhauer, 1851). Nos alerta así sobre la veleidosa psique del hombre, sobre la aparente existencia de inconscientes límites para la gentileza y el afecto; sobre cómo el hecho de conocerlos e identificarlos puede aprovecharse para fortalecer o viciar una amistad.

Reconoce, sin embargo, coincidiendo con Aristóteles, que incluso una ínfima presencia de amistad verdadera puede ennoblecer las relaciones fundamentadas en el interés, placer y otros motivos egoístas. La pureza y sublimidad que reconoce Schopenhauer en el sentimiento de la amistad es tal que considera justo llamar amistad a este tipo de relaciones. Esta, para él, es imperfecta, práctica…; sin embargo, en un mundo de vilezas, es también atesorable, entrañable…

***

La amistad, tal como la belleza y el tiempo, es uno de esos conceptos que, no obstante ser experimentados por la mayoría de las personas, se tornan difíciles de describir. Como se puede apreciar, la filosofía, con su carácter analítico y racionalista, nos señala aspectos de esta “relación afectiva” que pueden ser muy enriquecedores a la hora de entender nuestras relaciones; no obstante, muchas veces se muestra fría (muy fría) en su análisis. Alrededor de las características y naturaleza de la amistad, Aristóteles y Schopenhauer, pero también cada uno de nosotros, puede disentir o concordar; filosofar sobre ella es conocerla, identificar sus rasgos, ponderarlos, y, sin duda, debe hacerse; sin embargo, amistad es también, y quizás principalmente, sentir.


Epílogo

Poetizando un sentimiento

Aún cuando las ideas aquí expuestas sirvan para responder las preguntas antes formuladas (aun cuando la filosofía y la ciencia definan y expliquen cada sentimiento…), queda una sensación de incompletitud, una ausencia, un vacío... El arte y los poetas, quienes de acuerdo a Sigmund Freud son los más grandes exploradores e inquisidores de los rincones de los sentimientos humanos, a través de sus expresiones del sentir, de sus sonoros gritos, de sus ahogados sollozos... quizá sean ese complemento.

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Fuente: unplash


«No importa a qué lugar vaya, encuentro que un poeta estuvo allí antes que yo». Sigmund Freud


Referencias

  • Aristóteles. Ética nicomáquea, Libro VIII.
  • Arthur Schopenhauer. Parerga y paralipómena.


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