Es muy grande para mi garganta, su mano.
Elevo más que la pelvis
si me besa en los labios
y acaricio su cerebro
para no olvide este viaje
en el que no despego
por no poder soltar las sabanas.
Debo confesar
que me tiene de rodillas a su sexo,
a mí que soy rebelde
y mía por naturaleza,
me hace suya por circunstancia.
Tengo algo de miedo entre las uñas
y un poco de su espalda en la boca.
Que me gusta lo sabe,
que le odio también,
golpeé fuerte a ver si se me olvida.
Me tiene sujeta
a un deseo inexplicable por su lengua,
esa que maldice y bendice mis adentros.
Ociosidad y placer.
Rencor y gemidos.
Gusto y desespero.
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