Aún se respira.

Caminando por las calles que me llevan a mi casa, aún se respira el olor de un rico almuerzo, aún se respira alegría, a pesar del caos que estamos viviendo. Todavía se escuchan las campanadas de las cucharillas y tenedores besando el plato, los murmullos de un grupo rezando y agradeciendo por el pan de cada día. En Venezuela, cualquier acera tiene grietas que parecen zarpas con ganas de arañarte o rasgarte el cuello, así de horrorosas son. En fin, el odio es famoso aquí, en este país tercermundista, ¡ja,já! Pero aún se respira amor, así sea poquito; así haya que escavar para encontrarlo.

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