El Recipiente de la Humildad. Reflexión.

El orgullo y la vanidad son sombras que alimentan la ilusión al percibirnos como “algo más” o “algo menos”, aprisionando el verdadero yo en la oscuridad. La vanagloria del conocimiento está lejos de la sabiduría. El alarde del poder está lejos de la verdadera fuerza y finalmente es debilidad por haberse convertido en blanco del ego. Quienes se perciben así vivirán rodeados de frágiles aplausos, sustentados de la mentira de la vanidad , de aquello que el ego en su naturaleza decide elegir como “su verdad”, alimentándose a si mismo y debilitando el alma, una condecoración enfermiza y delirante y que no sirven para otra cosa mas que para mantener al ser estacionado en ese absurdo estupor que se convierte en la cárcel de cada uno quien así practica. Renovarse o estancarse, ser recipientes de humildad o de vanidad. Hay que vaciarse para llenarse de nuevo.

Llenarse infinitamente de virtudes que no pesan más nos dan alas, que llenan sin ocupar de manera enfermiza un lugar siendo la humildad el primer portal, que tiene poder sin deseo de dominar, posee valor sin ánimo de aparentar. La humildad es la primera puerta que llena el recipiente de esta bendición eterna e infinita.


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