El muerto vivo

Hola hola... Como siempre les traigo un cuento contado por mi abuela, en esta oportunidad comparto con ustedes algo que me contó mi madre, pues es una historia de la vida real y que forma parte de nuestra historia familiar.

El Muerto Vivo

Esa noche no era mi abuela la que me contaba el cuento sino mi mamá, la propia protagonista de la historia. Pareciera que por cuestiones genéticas la destreza o habilidad para narrar y describir fuese una de los rasgos que nos caracterizan.

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-Cuando yo era niña, más o menos cuando tenía siete años, describe mi mamá, me pasó un chasco. El vecino de la casa de al lado murió de hemoptisis.

Para aquella época la situación era grave, la tuberculosis se estaba llevando a media Caracas… Para aquellos tiempos la tuberculosis también la llamaban tisis y a las personas que la padecía eran denominados tísicos…

Los enfermos perdían peso, la lozanía de sus rostros era reemplazada por un amarillo “apio”. Muchos se les veían encorvándose en eterno cansancio.

Cuando en Caracas se preguntaba por alguien y respondían: ¡Está temperando en Los Teques ¡Ay mamá, ya a la Doña la pico la tisis! decían las señoras de la época.. Otro destino sospechoso era Maiquetía, cerca de la playa…

-¡Claro! exclamaba mi mamá, los mandaban y que a temperar para alentarse pero, lo que hacían era salir con los pies pa’lante.

Continua mi mamá con su tono de radio novela:

-Resulta que el señor se murió y tu abuela me obligó a acompañarla al velorio, a pesar que cualquier cosa que sonara a la “parca” (muerte) me aterraba.

Con todo eso, prosigue, me advirtió, antes de salir de casa, que no tocara nada, ni comiera nada que me ofrecieran, porque la tisis era tan grave que se contagiaba con sólo beber.

-Al entrar no reconocí la sala, ya habían quitado los muebles y el catafalco estaba en el medio de ella. Cuatro cirios iluminaban a medias el reciento enmarcando la aterciopelada urna. Una fila de sillas negras estaban pegadas a las cuatro paredes. Todos los presentes vestidos de negro. La viuda llevaba el rostro tapado con un velo negro. El ambiente era denso, fúnebre, oscuro. A cualquiera se le enjillaba la piel de solo estar allí.

-Tu abuela y yo nos sentamos retiradas del catafalco, un sitio privilegiado que nos permitía recibir el aire fresco de la calle y contestar el rosario. A golpe de medianoche, a tu abuela se le ocurre ver al final. Esa mala costumbre que tiene la gente de verla la cara un muerto con la intención de: “Para ver cómo quedó”.

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Enamorate mujer-Orar porlos vivos

-No sé para qué hacen esas cosas, me preguntaba en silencio. Tu abuela me agarro de un brazo y me empujó hacia la urna… la mire con terror y susurrando me dijo al oído:

-Vente y disimula, compostura mija…

Esta frase, lógicamente iba acompañada de un disimulado pellizco por la cara interna del brazo. Yo no podía ni hablar, solo sé que casi me empujaba hacia ese tenebroso momento. Al llenar al borde cerré los ojos.

No, que va eso era mucho para mí, pero tu abuela no contaba que el finado le tenía una sorpresa.

Llegó se persignó y empezó a rezar y acomtemplar al muerto cuando de pronto, vió como la sábana que lo cubría del pecho para abajo se empezó a mover.

En un solo brinco de espanto brinco para atrás, yo más atrás con los ojos desorbitados veía el espectral acontecimiento. No sé cómo las dos fuimos a parar a la puerta de la calle mientras los cirios caían al piso y la viuda gritaba:

-Pero, ¡si está vivo!

Tu abuela y yo pegamos la carrera hasta la casa un chorro tibio y amarillo corría entre mis piernas…mientras el rosario y la mantilla de tu abuela rebotaban en el piso.

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Gracias por leerme... Espero que les haya gustado. Muy agradecida con mi amada plataforma @RedVenezuela.
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