Genio y figura [Cuento]

Abrazos #Steemados amigos y amigas:

Hoy les entrego un cuento que como muchos otros escritos por mi está inspirado en uno de los seres mas maravillosos que la vida me dio la oportunidad de conocer, mi abuela materna Evangelista Antonia Camacho, a quien cualquier homenaje se le queda corto.

Genio y figura

Por: Arturo Pérez Arteaga:.

Cuando la conocí ya estaba viejita, tanto que hasta imaginarla joven me era harto difícil. 

Su edad empero no iba emparejada con su vitalidad, era capaz casi de cualquier cosa, correteaba a perros y gatos para bañarlos y darles medicinas, deshuesaba pollos y gallinas con maestría y era capaz de moler a palos a cualquiera de sus hijos e hijas si apenas intentaban faltarle al respeto y lo mejor era que ellos lo sabían y no les avergonzaba, por el contrario, les enorgullecía.

Se ganaba la vida como prestamista y aunque apenas sabía leer y escribir, eso no le impidió mantener a raya a cuanto mala paga intentó timarla. Tengo la sospecha de que su estrecha relación con las ánimas del purgatorio era su principal arma contra los morosos empedernidos.

Desde que la recuerdo vivió sola, con un séquito de perros y un gato que la adoraban, quizá incluso más que sus propios familiares, porque en honor a la verdad su dureza de carácter la condenó a vivir sola desde el momento que sus familiares más cercanos, sus hijos, pudieron irse.

Por eso, verla tirada en esa cama convaleciente y tan dependiente de todo y de todos no puede menos que partirme el alma.

Apenas se sienta para tomar alimentos y medicinas y la mueven para que no se llene de las escaras que caracterizan a este tipo de pacientes.

Hace poco sin embargo, pude ser testigo de que aunque su cuerpo ya está desgastado y poco funcional, su personalidad y carácter se mantienen intactos, como recién adquiridos o recién estrenados.

Esa tarde la fui a visitar y coincidí con que la movieran de su cama a un chinchorro en la enramada de casa de una de mis tías. Todo un regalo para esa viejita, un chinchorro como el que le sirvió para dormir muchos años de su vida.

Me atrevería a decir que ese cambio le ayudó a mejorar su humor y resaltar su personalidad. 

Lo cierto es que fui testigo de excepción cuando literalmente devoró dos platos de comida y cuando nos dejaron solos me pidió que le diera de comer porque esa mujer, se refería a mi tía, la quería matar de hambre.

Divertido y sonriente se lo comenté a mi tía, quien se le acercó muy seria y le dijo que le daría un plato de sopa, la cual rechazó con el argumento de toda la vida: “a mí no me gusta la sopa y nunca me ha gustado”.

Mientras mi abuela conversaba con nosotros, mi prima se ubicó detrás de ella para aprovechar de peinar su hermosísimo cabello de plata.

La sopa llegó, sobre una mesita improvisada, en una taza de plástico con una cuchara grande mi tía se la sirvió a la viejita para tratar de saciar su hambre.

Mi abuelita tomó la cuchara con una mano y la taza con la otra y cuando tía dio la espalda, lanzó el contenido de la taza rápidamente sobre sus hombros, colocando la taza nuevamente sobre la mesita como si la hubiese tomado.

Ante mis carcajadas incontrolables quedó mi prima bañada de sopa desde la cabeza hasta los pies.

Esa era mi abuelita, una mujer hermosa, impredecible, muy ocurrente y terca como una mula.


-FIN-



Fuente de la primera imagen
 

Fuente de la segunda imagen  

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