El hiper-barrio solía tener sus cosas buenas; sobre todo cuando camino por las húmedas calles de la Roma llenas de charcos que reflejan el movimiento de los cuerpos cansados de quienes habitan esta ciudad de chatarra, las caras difuminadas por la neblina y el agua dibujan los rostros de quienes atrapa el reflejo de los pequeños charcos, me gusta pensar que el agua tiene vida propia y, ésta con su inteligencia derivada de unos y ceros, puede crear retratos de quienes pasan por ahí de casualidad. Estas imágenes las registro a través de mi pupila fotográfica; tomó una foto de lo que estoy viendo y la guardo en mi colección de fotografías como testigo de las memorias de cada viaje que hago para ir a cualquier lugar. Cuando llego a la estación del AeroMetro, toman mis datos biométricos para asegurarse que todo esté en orden y una vez que lo han hecho me dejan pasar para ir hacía mi destino. Regularmente los viajes más cortos son los que hago para ir a la escuela, los medianos son cuando voy a los museos o a entrenar, pero los más largos sin duda son cuando visito a Maria José, ella vive del otro lado de la ciudad y aunque ahora las distancias son más cortas por los aires, cuando se trata de ir a verla es un viaje eterno. Es curioso que sea de esta forma, a pesar de que es un viaje largo de ida, cuando estoy con ella pareciera que ha sido de los viajes más cortos que he hecho cuando compartimos nuestras risas escandalosas.
-¡Creí que no vendrías!
-Te dije que lo haría, aunque tardaría un poco más, no podía dejar pasar la oportunidad de una pijamada juntas.
-Bueno, sinceramente me pone muy feliz que estés aquí porque he preparado nuestro postre favorito y la comida ya está en camino.
-Creí que tú eres el platillo.
[se sonroja]
[voltea la mirada y la abraza]
-El platillo de esta tarde es sólo un aperitivo, el banquete viene después.