Frialdad.

Hace muchos días y unas cuantas noches
que no me pierdo en lo que puedo sentir.

El pasado me dejó heridas, cicatrices, hematomas;
me dejó unas caricias rotas y un par (de docenas) de notas por olvidar.

Me dejó historias de derrotas que aún no me atrevo a contar,
me dejó tu sonrisa junto al vino -o el vinilo-
de la sangre y la canción con la que ha fallecido mi alma.

Te lo cuento y no lo crees -porque ni yo-
porque flaqueo cuando te miro y muere mi compostura.

Puedo odiarte si lo deseo,
motivos sobran en la lista de los posibles y están por desbordar;
pero sigo pensando que eres mi trofeo,
vuelvo a descubrir que no me canso de intentar.

Tomo mi maleta a punto de partir,
y cuando volteo estás tomado de mi corazón
ambos burlándose de mí,
hasta yo misma sé que no me dejarían ir.

No comprendo mis quedadas
en tu norte, ni en mi polo,
ni en mis venas tu sofoco,
ni en tus ojos lo de amar.

Escucho tus gemidos antes de quererte
y te quiero un poco más, cada vez que te veo pasar,
puedo vivir queriéndote de lejos
o puedes venir a quebrantar mi frialdad.

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