Yo sufrí el Síndrome de Ulises o Síndrome del emigrante.

Muchas de las personas que salen de su país hacia otro destino, se enfrentan a una nueva cultura y distintas maneras de hacer las cosas. Es algo normal, solo que cuando las personas deciden emigrar bajo condiciones de presión, necesidades y búsquedas de mejores oportunidades, pueden llegar a padecer el síndrome del emigrante sin darse cuenta.

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Pero, ¿de qué trata el síndrome de Ulises o el síndrome del emigrante?

"Emigrar se está convirtiendo hoy para millones de personas en un proceso que implica unos niveles de estrés tan intensos que llegan a superar la capacidad de adaptación de los seres humanos. Estas personas sufren el riesgo de padecer el síndrome del inmigrante con estrés crónico y múltiple, o síndrome de Ulises (haciendo mención al héroe griego que padeció innumerables adversidades y peligros lejos de sus seres queridos)".

"Los estresores más importantes son: la separación forzada de los seres queridos, que supone una ruptura del instinto del apego; el sentimiento de desesperanza por el fracaso del proyecto migratorio y la ausencia de oportunidades; la lucha por la supervivencia (dónde alimentarse, dónde encontrar un techo para dormir); y el miedo, el terror que viven en los viajes migratorios (pateras, ir escondidos en camiones), las amenazas de las mafias, de la detención y la expulsión, o la indefensión por carecer de derechos."

Migración y salud mental. El síndrome del inmigrante con estrés crónico y múltiple (síndrome de Ulises)
Joseba Achotegui
Universidad de Barcelona Hospital de Sant Pere Claver, Barcelona

Cuando llegué por primera vez a ecuador, sentía mucha depresión y ganas de regresarme a mi país, estar de nuevo con mi familia. Las cosas eran totalmente distintas, las personas, las culturas, todo.

Pero no podía quedarme quieto sin hacer nada, salí de mi país con el propósito de buscar mejores oportunidades para mi familia y para mí. Al principio fue duro, decepcionante, triste.

No conseguía trabajo, en Ecuador comenzó a desatarse la xenofobia por los emigrantes venezolanos que hasta me daba miedo salir a la calle y que las personas se dieran cuenta que era venezolano y pudieran agredirme. Conseguía trabajos de medio tiempo o de pocas horas, me encontré con buenas personas, así como también, con personas que se reían y trataban mal a los venezolanos.

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Cada vez que llegaba a la casa me sentía triste, solo (a pesar de que estaba con algunos amigos), decepcionado, solo pensaba en regresarme a mi casa con mi familia.

De tanto orar a Dios, pude encontrar un buen trabajo en una cafetería. Su dueña me trató muy bien. Comencé como ayudante, para lo que me necesitaran ahí estaba yo, dispuesto siempre. Estaba motivado, pues trabajaba las horas completas y me daban un salario completo, recibía beneficios de comidas y algunos incentivos.

Desde ese momento mi estado de ánimo comenzó a cambiar, sonreía más, estaba haciendo lo que realmente vine a hacer en Ecuador, reunir dinero y ayudar a mi familia. Y sobre todo crecer y madurar.

Puedo decir que sufrí el síndrome del emigrante, ya que padecía de tristeza, decepción, desengaño, soledad, sufría al estar lejos de mi familia, sentía culpa de haberlos dejado, me sentía nerviosos y ansioso, como resultado bastante deterioro físico y emocional.

Aunque no lo crean, muchos o la gran mayoría de los emigrantes padecemos de estos síntomas cuando entramos en la realidad de que estamos lejos de nuestra familia, no sabemos si los volveremos a ver, no sabemos si regresaremos a nuestro país, a nuestra cultura. Nos invaden sentimientos de culpa que muchas veces no sabemos cómo manejarlos, y pueden convertirse en un mal para quien los padece, los lleva a realizar actos que pueden arrepentirse.


El proceso de adaptarse en un nuevo país, no es para nada fácil, pero ante todos esos pensamientos negativos que puedan surgir, no debemos olvidar las verdaderas razones por la cual nos motivamos a emigrar y los beneficios que representa estar en un nuevo país. El conocer nuevas culturas, personas y amigos, nuevas profesiones, y sobre todo la oportunidad de crecer económicamente y ahorrar para el futuro.

Si las cosas no han salido como esperábamos, y todo se nos ha puesto cuesta arriba, debemos ser pacientes, o tener la suficiente confianza y fuerza de aceptar las cosas, y si llega el momento de devolverse a su país o buscar otro, afrontarlo de la mejor manera posible.

No debemos deprimirnos y envolvernos en la tristeza. Tenemos que salir adelante y continuar luchando por nuestros sueños. Y saber que Dios nunca nos abandona, que las cosas que pasan es a su voluntad y debemos reconocer que él es quien guía nuestra vida.

¿Qué consejos le darías a las personas que les ha tocado emigrar o están a punto de hacerlo?

Déjalos en los comentarios.

Gracias a todos por leerme.

Hasta la próxima.

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