Julieta madre de Familia y trabajadora con tantas ocupaciones se ha olvidado de ella misma. Las exigencias pesan mas, que el tiempo que tiene de pensar en su vida y sus fracasos amorosos.

Su esposo Martín, supervisor de una Ferretería llega a su hogar cansado de la rutina de trabajo, no ayuda a Julieta y se agobia de sus labores. Su crianza marcada por un machismo, cree que es mejor así y que tiene la razón, es como un cigarrillo que se consume pese a la injusticia causada en los hombros de Julieta. En silencio, ella siente como se deshace por dentro. El amor de su esposo se marchita sin darse cuenta, el poco tiempo que se dedican el uno al otro, ha construido un muro entre los dos.

Julieta mirándose al espejo, se repite a ella misma que debe encontrar su rumbo y ser feliz. Es esto lo que me merezco? Amenazas en un sillón se presentan de que si no cambian quieren marcharse. Cual es el motivo. Que debo hacer. Es mi alma que llora sin cesar. Debo calmar mi sufrimiento, tengo que ser feliz.

Enfrentándose a la realidad, Julieta decide amarse por sobre todas las cosas, que no importe lo que se dice de ella o se piensa, es mi interior lo que importa, mi lado de ver las cosas. Si no soy feliz con lo que tengo jamás lo seré con lo que me falta. Buscando un porque de las cosas, trata de encontrar una salida. Cansada de decirle a Martín que cambie decide aceptarlo tal cual es. No le queda otro remedio que aceptar que este mundo es cruel. Ya no se callarme, quiero gritarle al mundo que no soporto tantas injusticias. Pero mi mente me dice y me advierte que me calme. Debo ser feliz, me merezco ser feliz. La frialdad de la vida ataca sin piedad a Julieta y se pregunta debo seguir con mi corazón noble o debo volverme despiadada como las personas que entran a mi vida. La decisión de Julieta es ser la diferencia, amar a las personas y aceptarlas tal cual es. Discernir las causas que originan mi tristeza y dolor. Es la única manera de encontrar su felicidad y ser feliz.