Desesperanza, oscuridades y lamentos

Un agujero negro me atrapa, llevándome hacia la perdición. Intento escapar con todas mis fuerzas moviendo brazos y piernas de manera violenta. Pero es inútil, ya estoy embebida en él. Un nudo me comprime la garganta de tal manera que no puedo respirar. Paulatinamente, una capa viscosa con olor a sueños rotos envuelve mi piel y se cuela por mis poros hacia el interior. Petroleada estoy, asfixiando mis células una por una, debido a mis fracasos e incompetencia.


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Así, la desgracia se apodera de mis últimos segundos y todo se oscurece; me hundo en las tinieblas. Ellas devoran mis esperanzas con su negrura, dejándome vacía. De hecho, ya ni siquiera me hallo en ese espacio, ahora impera la tristeza con sus caricias dolorosas y sus juicios implacables. Las lágrimas corren por mis pómulos como raudales infinitos. Mojan la almohada que ahoga diversos gritos de frustración. En la alcoba, quejidos y sollozos interrumpen de a ratos, la dulce melodía del silencio.


Funte

Quiero ser, pero no puedo...

Independientemente de cuánto esfuerzo aplique sobre las cosas, a veces no puedo. Las situaciones que se me presentan rebasan mis límites y pierdo de una forma tan fácil que es decepcionante todo el tiempo que invertí preparándome. Caigo violentamente sobre la lona y debo lamer mis heridas. En ocasiones me levanto y sigo luchando porque el orgullo no me permite rendirme. Sin embargo, cuando mi piel está tan magullada que incluso se vuelve doloroso respirar entiendo que es imposible. Dejo que el destino me golpee y otros pisoteen mis pensamientos, cuerpo y alma.


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