IMAGINATIVA LIBERTAD DE ELECCIÓN - LA INCERTIDUMBRE DEL PRESENTE - CAPÍTULO V

Eva Tentada por la Serpiente por William Blake

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Para no hacer un recuento histórico de la conformación del Estado desde del Iluminismo hasta hoy, situémonos históricamente a partir de los gobiernos de Thatcher y Reagan.

El neoliberalismo y las transnacionales, en común acuerdo o apoyadas por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, establecen una cantidad de reglas a los países en vía de desarrollo, a fin de consolidar un proceso que venía paulatinamente creciendo que es la globalización.

Se crea así un proceso de duplicidad en el individuo: por un lado, es ciudadano ante el Estado y, por otro lado, es consumidor ante el mercado. Claro, estableciendo las diferencias en el hecho de ser consumidor en el mundo desarrollado y lo que se pudiera consumir en un país depauperado, donde, a fin de cuentas, el consumo es tener asequibilidad a las fuentes de agua.

En esta duplicidad el individuo en cuanto a consumidor siente que el mercado le abre una perspectiva de libertad, libertad de elección al fin y al cabo o libertad de selección o consumo.

Entonces, encontramos un individuo que vive por un lado, que vive imaginativamente la libertad de elección, pero, por otro lado, como ciudadano está sujeto a un Estado que se debilita.

Al imponer la globalización la venta de empresas del Estado a compañías privadas, comienza el proceso de deterioro en la prestación gratuita de servicios básicos por parte del Estado; en ciertos países no se disfruta del seguro social, ahora se tiene que procurar por cuenta propia seguro y ahí pendula de ciudadano (que disfrutaba de la prestación de servicios tácita por el Estado) a consumidor incluso de su propio seguro, por nombrar un solo caso.

Tenemos así tres instancias, por un lado, como consumidor, goza de la libertad de elección selectiva de bienes y servicios.

Por otro lado, debe auto reprimirse a una elección plena en libertad de estos, pues no puede entrar a la tienda por departamentos y llevarse lo que desee, pues debe pagarlo y no tiene con qué.

Y se ve sujeto a un tercer proceso, en este caso de represión por parte del Estado, pues, si fuera el caso de que se lleva lo que quiere, ha de ir preso por ladrón.

Así, de la libertad plena de elección, merced al despertar de sus deseos por parte del mercado, nuestro sujeto se ve constreñido en sus márgenes de consumo por su propia disponibilidad para ello, y por la amenaza de la privación de libertad, en caso de llevar a cabo la consumación de su deseo, por no mediar del pago de los mismos.

No obstante ello, encontramos un individuo escindido que va considerando que la libertad se la prevé más el mercado que el Estado.

Pero con una contradicción muy grande, porque lo que se ve recientemente más bien es algo así como la ampliación de la esfera de los derechos. O sea la democracia, como un espacio sobre todo de disfrute de derechos o de ejercicio de los derechos ciudadanos, se ha hecho cada vez más grande.

Ahora no son los derechos políticos netamente, sino que empieza a haber toda esta historia de derechos sociales. Incluso, hasta la vida privada se ha convertido también en un objeto de regulación jurídica. Entonces, también todo lo que tú actúas en el plano privado puede estar concebido en términos del disfrute de derechos que el Estado o la sociedad te garantiza, lo cual es sumamente confuso porque a lo que va es a la separación o confusión entre lo público y lo privado pero con una juridización.

Entonces, como tu eres un portador de cada vez más derechos, tu relación con el consumo no depende tanto de libertades en el sentido de lo que se llama libertad negativa, en el sentido de lo que se llama libertad negativa, en el sentido de actuar sin interferencia, sino al revés: ese espacio se ha reducido y lo que se ha ampliado es ese espacio de libertad positiva, en el sentido de qué es lo que tú puedes hacer, pues eres un portador de derechos.

Creo que tiene que ver con una especie de redefinición del concepto Estado. El Estado ya no funciona como una balanza neutra que simplemente hace equilibrios entre la adversidad, el pluralismo de los ciudadanos, el e pluralismo de opciones o de estilos de vida de una sociedad, sino que más bien se convierte en un gran rector de la vida pública con modelos que implican una serie de intervenciones jurídicas e incluso políticas, y muchas veces simplemente morales, sobre las vidas privadas.

Los Estados se han hecho más poderosos en el sentido de convertirse en unos dadores de derechos, en unas garantías de derechos que son cada vez más infinitos, resulta que cuando lo que es un deber se convierte en un derecho cambia completamente la calificación de esa acción.

Creo que el Estado se ha aprovechado de la sociedad para regular más. Tendríamos que pensar qué clase de sociedades son estas que cada vez reclaman más la acción regulatoria.

Obviamente la regulación en última instancia, proviene del Estado, pero lo curioso aquí es que estamos viviendo una época de transición enorme.


Toda la filosofía de la postmodernidad fracasó al decir
que habíamos superado los valores de la modernidad.


¿Cuáles son los valores? El individuo, el Estado, la sociedad, las reglas, el problema de libertad. Vivimos con los valores de la modernidad, pero una modernidad que ya no se define a sí misma como un momento cumbre, como un momento de exaltación, epocal.


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En definitiva lo que está mostrando es que ya no sabemos vivir de acuerdo con nuestros propios valores. En decir, los tenemos igual, siguen siendo los mismos, pero ya no sabemos vivir así, nuestras prácticas van por otro lado y no sabemos pensarlas de otro modo. Entonces, estamos atrapados en un mundo de prácticas nuevas que evidentemente están horadando y moviendo todos los cimientos de esta modernidad, pero no tenemos un mundo de valores que se ajuste a esas nuevas prácticas.


Venimos de tiempos de decepciones, desde los 60 hasta acá.


Hubo en efecto un intento de redimensionar entre comillas, con todo el eufemismo que eso significa, el papel del Estado en las sociedades. Pero no como un objetivo ideológico, sino por una especie de afán tecnocrático: convertir la gestión de las sociedades, cosa que le toca a los Estados, en mecanismos más o menos predecibles y técnicos, más que en situaciones o procedimientos de tipo político.

Entonces allí, es donde aparece esa especie de borramiento de lo político. Se empieza a considerar la posibilidad de gestionar las sociedades, sin considerar que la política está allí siempre, porque la política es, digamos, el alfa y omega del conflicto y el conflicto humano va a estar siempre allí.

Eso que llaman neoliberalismo o el Consenso de Whashington terminó creyendo casi en la utopía marxista de una sociedad sin conflictos.

Ya llegamos a una especie de planicie que amenaza incluso a los mismos principios liberales y por eso no creo que se haya tratado básicamente de neoliberalismo, porque el axioma sobre el cual funciona la idea del liberalismo moderno es la idea de pluralismo, de diferencias y, por lo tanto, de conflictos.

Hubo un conjunto de elementos que tenían que ver con medidas efectivamente de reducción de la acción del Estado en ciertos ámbitos, en particular el económico, pero al mismo tiempo lo que hubo fue una especie de un ímpetu tecnocrático. La fantasía utópica de que vamos a reducir del ámbito del conflicto humano, llegar a una especie de paz perpetua y, entonces, seremos felices y ya lo que nos queda es carpintería, ingeniería social.

Entonces emerge la prevalencia del mercado, porque dado el descrédito de lo político, por ende del manejo de lo público (y no es desdeñable el papel de la corrupción en su descrédito), y la emergencia de lo gerencial como paradigma de eficiencia (y lo gerencial remite a lo tecnocrático), y al erigirse este fenómeno como exaltación funcional de los tiempos, por un lado, y por otro por ser el motor de la producción de bienes y servicios deslumbrantes como objetos de consumo, el mercado gana una batalla frente a una Estado ineficiente.

Y he ahí dos cosas queridos amigos. Primero el tema de que el mercado es complicado porque nosotros tendemos a asociar la idea de satisfacción con la idea de necesidad y, en realidad, las necesidades no tienen nada que ver con el mercado.

Es decir, lo que no se satisface nunca son las necesidades, porque no sabemos qué es eso, no sabemos qué es lo necesario, no pensamos nuestra vida en términos de lo necesario, sino que la pensamos en términos de los superfluo, permanentemente.

Por lo tanto, el concepto de necesidad varía fundamentalmente y el mercado funciona simplemente sobre la base del deseo, más que de la necesidad.

Lo que lo hace impenetrable, y que ningún sistema del siglo XX haya podido atacar las prácticas del mercado, es que está dirigido a la satisfacción del deseo y eso es, indudablemente, lo más humano que hay, lo más profundo.

Entonces, estamos sometidos a unas lógicas colectivas, pero de las que nadie puede hacerse responsable, porque precisamente por ser colectivas son también impersonales y eso causa una gran angustia desde el punto de vista político, cuando observas las crisis de la lucha política que se generó en el siglo XX: fascismo, comunismo, y economías de mercado, lo que encuentras allí es una gran discusión, no explícita, pero muy profunda, sobre qué tanto van a permitir las sociedades que los deseos se manifiesten, se materialicen, se expandan.

La gran pregunta ¿qué es la libertad? tiene que ver precisamente con esto ¿vamos a permitir que los deseos organicen el mundo o vamos nosotros a organizar el mundo y darle el espacio que nosotros racionalmente consideremos que debe tener la satisfacción de los deseos? En el fondo, es el gran drama.

Pero, en una sociedad de consumo, ¿el hombre es libre de desear o es inducido a desear determinadas opciones? Desea salvajemente y desea las cosas más increíbles. Es decir, la lista de los deseos es por definición infinita. O sea, lo interesante, del deseo es que es infinito, incolmable, siempre hay insatisfacción. Por eso triunfa la economía de mercado sobre el socialismo.

El socialismo no es que te obliga a tener una realidad llena de penurias, porque en el capitalismo también las puedes tener, lo que pasa es que te niega la posibilidad de pensar en una realidad diferente, en desearla. O sea, te impide desear, está construido para que ya no desees. Entonces, eso es fatal para cualquier sistema u ordenamiento colectivo.

Digamos que el mercado ideológicamente ha triunfado y de hecho ha penetrado a lo político. O sea, la publicidad, que es lo que fundamentalmente nos hace recrear y acrecentar nuestros deseos, se ha expandido a tal extremo que lo político está permeado por lo publicitario.


"La libertad significa que no tienes prohibido vivir tu vida como tú eliges.
Algo menor es una forma de esclavitud. - Wayne Dyer


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PROPENSIÓN SOCIAL A LO CONFESIONAL - LA INCERTIDUMBRE DEL PRESENTE - CAPÍTULO IV

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Sábado, 9 de Mayo de 2018

Alberto J. Tang H.

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