Con el mundo en contra (Parte 1): Prologo (Cuentos sobre cine).

Prologo

Mi nombre es Alejandro, y tengo que hacer un trabajo para teorías cinematográficas II. El tema es básicamente todo el semestre: Cine de Autor, Tercer Cine, Teoría de los Géneros, Reflexividad y Transtextualidad. La asignación tiene la cualidad de ser creativa y lastimosamente mi creatividad se limita a muy pocas cosas. Para eso, como sujeto histórico de comienzos del siglo XXI, sin posibilidad de poder tomarme ningún discurso totalmente en serio, partí del concepto de la reflexividad para plantear un relato. Reflexividad, tal como la explica Robert Stam, es un término que nace de la psicología para describir a la mente que se toma a sí misma como objeto de estudio. Si cambiamos la palabra mente por cine, tenemos reflexividad en el cine. De esta manera les voy a relatar, a través de experiencias recientes con tres cineastas, el cómo estas teorías se han adulterado y deformado en la actualidad.

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(Alejandro tomando cafe, foto por: Rosa Martinez)

Con esto en mente tomé mi cámara y documenté a estos a tres jóvenes directores en la realización de sus proyectos. El resultado final fue alucinante y muy difícil de creer a menos que se vea con los propios ojos. Sin embargo, mi disco duro se quemó a último minuto y perdí todo el material de la computadora. Problema típico de estudiantes de cinematografía. Ahora me veo obligado a replantear el Marco Conceptual de mi cuento, y he de expandir el concepto de reflexividad del cine al arte en general. El proceso y el acto de dar a luz a una obra son cosas que todos los artistas tienen en común. Quizás en este caso podría contar como reflexividad el explorar la génesis del proceso creador inherente a todo artista. Si no, ya expuse el concepto, y espero se aprecie la quimera teórica de este cuento autoconsciente. Debido a que todas las imágenes que grabé se han perdido irrecuperablemente, le pido al lector que confié en mi honestidad y buena memoria. Pues esta es la historia de una película que ya no existe.

Este recurso de tomar al arte como objeto de arte se ha vuelto muy común. Sobre todo para artistas carentes de inspiración y estudiantes desesperados. Claro, hay sus excepciones, tengo amigos que han hecho cosas muy buenas. Por desgracia para los primeros exponentes teóricos, la reflexividad ha perdido su capacidad para desalienar a las masas. Un relato que se revela a sí mismo como tal, se ha hecho propio de un tiempo en que todos los discursos se diluyen. Cuando el espectador deja de extrañarse de la reflexividad y la toma como algo natural, esta resulta tan narcótica como el realismo y se convierte en otro producto bien remunerado. Sin embargo hay algo de místico en la búsqueda del artista por lo absoluto en los laberintos de su trabajo. Lo bello del cine sobre el cine es la exploración del conflicto de la creación. ¿Cómo crea el artista algo de la nada? ¿de dónde vienen las ideas? Por eso Charlie Kauffman vuelve hasta el origen del universo en busca de inspiración para su guion en Adaptation. La reflexividad también es el salvavidas de quien no sabe qué escribir porque trata su conflicto esencial. Ese fue mi caso cuando recibí la llamada de mis tres amigos que me pidieron ayuda para un festival de cine acá en San Antonio.

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