Estupor e indignación

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"Hace unas semanas, solicité la baja como afiliado de Ciudadanos. Medité profundamente hacerlo durante meses y tomé una decisión que era ya solo cuestión de tiempo por muchos motivos. Han sido tres años de implicación y apoyo activo en este proyecto en el que creí firmemente. Dejo, en consecuencia, la representación de Jóvenes Cs en el grupo de Educación No Formal del Consejo de la Juventud de la Comunidad de Madrid. A todos los compañeros que aún creéis en el proyecto y os sentís representados por él, os deseo lo mejor".
15-02-2021

Fue el punto y final a tres años de militancia activa en un partido que España necesitaba. Un partido que siempre defendió la libertad como eje vertebrador de su discurso en todas las esferas. Un partido, que sin complejos, fue capaz de aunar en un mismo discurso la defensa de la democracia liberal y sus valores, la lucha contra el nacionalismo, la intransigencia con la corrupción y la anhelada tercera España.

Nada de eso sigue hoy vigente.

Cuando salí de Ciudadanos lo hice con decepción por las decisiones no compartidas, pero profundamente respetadas que se venían tomando desde hacía meses. Sin embargo, la operación de Murcia, que tira por la borda cualquier atisbo de coherencia, hace que siga la actualidad del partido con absoluto estupor e indignación.

Lo acontecido en marzo supuso un golpe en el tablero político en toda regla. Una decisión, que a primera vista, parece poco estudiada y en absoluto meditada vistas sus más que previsibles consecuencias.

El discurso que viene manteniendo Ciudadanos, e Inés Arrimadas en primera persona desde el principio de la pandemia, podrá ser más o menos compartido, pero ha quedado totalmente invalidado por esta decisión; vamos a analizarlo punto por punto

“Quien esté pensando en mociones de censura en plena pandemia tiene un problema moral.”

Con cierta superioridad pronunciaba estas palabras Arrimadas tras la moción de Vox al Gobierno de Sánchez y los constantes rumores de la de Aguado y el PSOE en Madrid. Se podía entender y apoyar este planteamiento, que buscaba dar estabilidad a los gobiernos durante la pandemia y evitar otra cosa que no fuera salvar vidas y empleos. Cuatro meses después, Ciudadanos pacta con el PSOE una moción en la Región de Murcia por la que pretende censurar su propio gobierno con el Partido Popular.

El día siguiente al anuncio, Arrimadas, preguntada por estas declaraciones, se reafirmaba diciendo que era inmoral presentarla sin motivos, pero que en Murcia, el PP era robavacunas. No daba crédito. De esta lógica, se deduce algo realmente preocupante; para Ciudadanos, la moción de censura al Gobierno de España en septiembre no tenía motivos. Aquel día, sin embargo, creí entender que los había, pero que no la apoyaban porque era irresponsable hacerlo en medio de la pandemia.

“Nos importan los ciudadanos, no los sillones.”

Vamos a fijarnos en los resultados de las elecciones autonómicas en Murcia del año 2019: PSOE 17; PP 16; Cs 6; Vox 4; Podemos 2. El pacto de la moción hacía a la ahora coordinadora de Ciudadanos, Presidenta de la Región de Murcia, que no a la candidata en las elecciones. Hay que tener en cuenta que es tercera fuerza política con un tercio de los votos que obtuvo el PSOE o el PP. Toda una operación cargada de incoherencias y ambiciones de poder.

A esto hay que sumarle que la moción se gestó mediante un bochornoso intercambio de cromos, muy propio de la regeneración y la nueva política que antepone el interés general y bla bla bla. Con la excusa del caso de las vacunas, por las que dimitió el Consejero de Sanidad, y cuyas prácticas aprovecho para condenar rotundamente, anunciaron otras cinco mociones de censura en los municipios de Murcia, Caravaca, Ceutí, Fuente Álamo y Pliego, con las que desalojarán al PP para entregárselos al PSOE, a cambio de la presidencia de la Región. Quien vea en esta operación una lucha por la regeneración y no un mercadeo absoluto de cargos, puestos y poder, está ciego.

“No se estaba planeando ninguna moción en Madrid.”

Hasta hacía una semana, yo mismo negaba y confiaba sinceramente, pese a mi descontento y baja del partido, que Arrimadas pudiera dar un vuelco a los gobiernos de los que formaba parte, más aún, insisto, después de llevar un año escuchando el discurso del bien común y la estabilidad política por encima de todo. Si lo de Murcia era impensable hasta hacía dos días, lo de Madrid, con rumores que vienen sobrevolando la Puerta del Sol desde hace un año, era más que previsible. Las relaciones entre ambos socios de gobierno, a diferencia de lo que ocurre en la capital, nunca fueron buenas. El mismo miércoles, momentos después del anuncio de la moción en Murcia, fuentes de Cs pedían a Ayuso que tomara nota. Además, la mesa de la Asamblea de Madrid, presidida por Ciudadanos, admitió a trámite las mociones del PSOE y Más Madrid conociendo ya la decisión de adelanto electoral, atendiendo a no sabemos qué interés. En un último paso, el parlamento madrileño, con los de Arrimadas a la cabeza y el apoyo del PSOE, trata de impedir en el TSJM la celebración de las elecciones.

En definitiva, parece que Ciudadanos y la dirección nacional desde la que se fraguó este golpe fallido, optó por perder toda la coherencia que todavía mantenía. Optó por arriesgarse a perder la mitad de su poder territorial, como ha acabado ocurriendo. Todo ello, negociado en una operación coordinada con los pesos pesados de Moncloa para desestabilizar los gobiernos opositores al central.

Ciudadanos trata ahora de convencernos de que vivimos en un contexto propio del año 2017, donde el PP y el PSOE equidistan del centro político y el Gobierno de España es un interlocutor tan válido como la oposición.

Optó por poner fecha su fin.

4 de mayo.

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