La Belleza de No Rodar en la Noche

Alexander no puede creer lo que está sucediendo. Después de rodar por un poco más de 90 minutos en aquella carretera estatal, oscura, llena de baches y huecos, el mal presentimiento que sentía por el exceso de velocidad que lleva quien conduce el vehículo, se ha hecho realidad. A causa de la gran velocidad, una abertura en medio de la vía ha ocasionado el pinchado de una de las llantas traseras del vehículo. Y aunque podría pensar que su presentimiento es, ahora, una realidad, solo se trata de lo que era evidente, sucedería. Al hacerle la mención al conductor que debería reducir la velocidad, este se molestó bastante y le respondió de mala manera:

— Tengo años transitando por esta vía de noche y de día, conozco cada hueco en el camino, así que no te preocupes, todo saldrá bien y llegaremos temprano.

Ya habían esquivado varios huecos en el camino. Pero, al conducir muy rápido, hubo algunos otros que no los pudo evitar, sin que el vehículo sufriera daño. Todo fue bueno hasta este momento. Con el mayor desgano, decide ayudar al conductor a cambiar la llanta dañada y colocar la de repuesto, la cual, al visualizarla, la nota mucho más pequeña y débil que las usuales. Claro, es una llanta de repuesto y está pensada para usarse en cortos recorridos mientras se soluciona el problema con la llanta principal. Pero, aun faltando 3 horas de camino, en medio de la noche, con un conductor pedante y engreído de sus habilidades y con una carretera bastante accidentada, la fortaleza de la llanta preocupa a Alexander. Al hacerle saber de sus pensamientos, el conductor responde con peor actitud. La pareja en el asiento posterior del auto, casi no han tomado parte del asunto que incomoda a Alexander. Ellos solo disfrutan del viaje, se mantienen abrazados y comparten besos cada vez que pueden.

Después de varios minutos de incómoda actividad, logran cambiar el caucho dañado, emprenden la marcha y nuevamente, el hombre frente al volante hace gala de sus "habilidades" como conductor de varios años en vías nocturnas y llenas de huecos. Un nuevo llamado de atención por parte de Alexander sobre la velocidad, hacen que, la cara iracunda del chofer se haga presente otra vez. Liego de unos pocos minutos rodando a casi 100 kilómetros por hora, un nuevo hueco en la vía, hace blanco en la llanta recién colocada. Ahora si que no hay remedio. Con solo tres cauchos operativos y dos dañados, este vehículo, que necesita al menos cuatro en buenas condiciones para seguir rodando, no ira a ningún lado.

Alexander mira con furia al conductor. Este mira con rabia a la llanta dañada. La pareja del asiento posterior se miran con amor y entusiasmo, mientras sus besos ruedan con pasión en una carretera desolada. Después de algunos minutos, donde los ánimos están a punto de salirse de control, Alexander respira profundo y decide caminar, alejándose un poco de donde se encuentran varados. En medio de la oscuridad, mira al cielo estrellado y se maravilla de tanta belleza, la cual, por la claridad de la luz artificial en la ciudad, no es posible disfrutar con tanto detalle. Se toma unos minutos para tratar de identificar algunas de las constelaciones estelares y logra definir con claridad las estrellas de la Osa Mayor, la Osa Menor y el Cinturón de Orión. Agradece al Creador Supremo por tan maravillosa oportunidad de contemplar un cielo nocturno tan hermoso.

El conductor del vehículo, después de casi una hora de esperar en un sitio donde no hay muy buena señal telefónica y sin que ningún otro conductor, de los muy pocos que han pasado por el lugar, se detenga para ayudar, logra comunicarse con la empresa aseguradora. Muy amablemente, después de obtener los detalles del desperfecto que presentan, le indican que enviaran una grúa para ayudarlos. El problema, se tardarán unas cuatro horas en llegar a donde se encuentran, ya que deben atender otros incidentes que están primero que ellos. Alexander mira su reloj, que marca 15 minutos para la medianoche, así que, si son puntuales, deberían llegar alrededor de las cuatro de la madrugada. Nada alentador, pero al menos, sabe que alguien vendrá a prestarles socorro.