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A veces ni yo te entiendo


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A veces ni yo te entiendo, tomando al viento por la cabellera, vistiendo de sol, de tiempos sin puertas los días que te pienso de arena enjoyada.

A veces ni yo te entiendo, asomado a tus saltos, el vértigo de tu boca, donde se pierden los dioses.

Ay, mujer, tienes reverberando al mar en la garganta, sirena de espuma, verso guajiro, sirena de espuma.

Tienes del mar las manos llenas, reflejos de mar en las retinas, y por el viento en la espalda arrullada la sabana del Caroní.

Y tener de ti, de tus llanos, corazón, quiero las manos llenas.

Ay, mujer, morenas gaviotas y tus pupilas, enséñame a volar en tus silencios y vamos a hacernos condensación de sueños en los cristales despiertos de tus rotos amores.

Ay, mujer, alborotadas tus aves, me desespero, desesperadamente me desespero, me pierdo; y tus aves flotan, tan mansas, tan fieras, tan desesperadamente mansas, mojando mi ruido, mojando tu risa, tu risa y mi alma, tu risa de selva.

En esta parte del mundo tan sola de ti, tan llena de la ausencia mía, a veces ni yo te entiendo.

Mujer Caribe, somos sólo el espejismo que vivimos al hacer, en un atardecer naranja, en el nocturno fluir Orinoco de tus cabellos. Los cabellos voy a trenzarte con mis versos, de mis versos los muslos enredados, voy a dejarte.

Ay, mujer, en morteros de jaspe, mujer, voy a triturarte las fronteras.

Me places indómita y cerrada, lográndome perfecto desde el brocal en tus ojos, del viento y de ti; y en el viento beberte entera y de tu mirada emborracharme, podría con la madrugada.

Podría de tus alas un todo, un columpio, contigo, el destino y tus parpados lago.

Podría en humo aspirarte, desde un dedo a la frente y de la frente a Barquisimeto.

A veces ni Dios te entiende, caraqueña de rojos y azules, madurada de estrellas, verano que anda, tu oleaje cantando.

Mujer, tempestad y bonanza, desafiante y fluyendo a la vida le places.

Así, sagrado, amante del viento, incógnita, múltiple, mujer jilguero; así, oceánica, de luna y árbol, la luna entre tus labios; así, cada noche, desentendida del suelo, colonizando sueños entre las esféricas dimensiones que van de tu cuerpo a Venus.

Y que nadie te entienda, la belleza agoniza si ofrece razones; que nadie te entienda, misterio sagrado, perfume de mango, y entre mangos tu sombra, tu sombra danzando, los pies en el río; mujer que ama, mujer en verso.

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