Sobre la libertad de expresión en nuestros días

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La reciente noticia sobre el encarcelamiento del CEO de Telegram reavivó en la opinión pública mundial las preocupaciones bien fundadas sobre las amenazas a la privacidad, y a la intimidad de las personas en un mundo, cada vez más interconectado digitalmente a través de las redes sociales. En tal sentido, los gobiernos adelantan regulaciones fundamentadas en el supuesto objetivo de garantizar la seguridad y protección al ciudadano, y ya veis algunas medidas como la que se relata al inicio de este párrafo.

Asimismo, se observa en muchas partes del orbe, un ataque sistemático al ejercicio de la prensa libre, y por ende, al acceso a las fuentes de información que propician el ejercicio de uno de los valores fundamentales, como lo es, la libertad, en especial, al de expresar sin ataduras lo que se piensa, y siente. Si buscáis un ejemplo de lo afirmado, basta con que investigues el caso de Julian Assange.

Están en boga en la palestra digital términos como desinformación, fake news, conspiranoico, falso positivo, primado negativo, programación predictiva; por citar algunos, que en el fondo persiguen influir, por no decir manipular, la mente de profanos y legos. En concreto, establecer un control en las masas, en donde la censura está justificada al mejor estilo de la máxima Maquiavelo (El fin justifica los medios).

En este orden de ideas, sobreviene a mi mente la noción de la verdad. ¿Qué es, y para qué sirve? Menudas preguntas, ¿verdad?

La verdad puede constituirse en muy difuso, según sea el consenso, y hasta relativilizarse en el tiempo desde la perspectiva sociológica. Incluso, debatirse, desde las aceras filosóficas, para elaborar constructos que nos ayuden a la convivencia con base en los retos y amenazas. Bueno, a mi juicio, acogido al sentido común, la asunción de la verdad tiene connotaciones colosales que enfrenta lo individual con lo colectivo, en este caso, a la libertad.

En ficciones como 1984 de Orwell, se habla del ministerio de la verdad, otras sugieren una policía del pensamiento, como en la película protagonizada por Tom Cruise (Minority Report). Pero, si analizas la historia, al menos la oficial, habrás oído que los vencedores son quienes las escriben. De tal manera, que persiguiendo la objetividad, estamos en aguas movedizas, donde la libertad del individuo siempre ha estado en dudas. Así que no es de extrañar que estos ministerios ya haya transcendido la ficción y en nuestros días veamos sus acciones.

Incluso, aquí, en donde compartimos, en una comunidad descentralizada, cuyo una de las ideas fundamentales, es promover el libre pensamiento, nos alcanza. Erasmo de Róterdam en alguna parte de su “Elogio a la Locura” expresa la idea asistido de la fina sátira e ironía que la prudencia (censor), al estar ligado a la vergüenza y al miedo, puede limitar la capacidad de actuar y experimentar. Por lo tanto, la insensatez permite una mayor libertad y audacia.

Siempre he abogado por la prudencia, pero tengo que darle algo de crédito al insigne personaje renacentista. Mas cuando la verdad escapa a nuestro dominio. He aquí, sin centrarme en cualquier sistema político, u otro diseño utópico que nos lleve a las más aberrantes distopías (por ejemplo, el mal llamado Socialismo del siglo XXI), creo que hay que defender a ultranza aquello que nos hace humano: el pensar y expresarse. Me sumo a la idea del pensador alemán del siglo XVI. ¡Es más! Expresar lo desagradable, lo que nos genera agravios es parte de la labor por un mundo mejor.

Ahora bien, el problema es hallar la manera o la fórmula de armonizar la libertad del individuo con la seguridad colectiva en la congregación al cual se pertenece. Y, conste, en la actualidad, uno pertenece o se desenvuelve en varias esferas, extendida por lo virtual, o mejor dicho, por una cultura digital que se arraiga en la medida en que la tecnología de la información avanza.

Luego de divagar un poco sobre esta importante temática, voy a intentar responder a las preguntas de nuestro anfitrión @eudemo. Hablar pistoladas, es fácil. Pero proponer e implementar soluciones efectivas, es realmente difícil. Si fuese fácil, hace rato que viviésemos, o habríamos construido un paraíso, o al menos, encontrado el camino a este.


¿Cómo podemos proteger la libertad de expresión en un entorno digital cada vez más polarizado y fragmentado?

En primer lugar, por medio de la educación. Claro, ¿cuál? ¡Cuando el mundo está plagado de ideologías progresistas! No estoy en contra del progreso. Sin embargo, tratar de erradicar aquello que nos ha sido útil por generaciones en pos de una quimera de mentes febriles, trae más males que beneficios.

En tal sentido, promover el civismo en línea, con base en los valores de la tolerancia y el respeto a la pluralidad de opiniones, constituyen un buen fundamento para el diálogo respetuoso y constructivo. Del disenso, buscar las soluciones a las desavenencias, evitando a toda costa, el uso de la violencia, y manteniendo siempre abiertos los canales de comunicación.

En segundo lugar, incentivar la práctica de la prudencia, no por vergüenza o miedo, sino en la búsqueda de la verdad, por muy elusiva que sea, para que determine el curso de nuestras relaciones.

En este orden de ideas, es menester establecer o mantener la privacidad, así como también la seguridad en línea, sin que esto menoscabe la actuación de una moderación efectiva en los canales de comunicación. Para ello, los moderadores, artificiales y humanos, deben asirse de una actitud reflexiva que garantice la interacción respetuosa, en donde la trasparencia y la responsabilidad sean también égidas en el actuar de todos.

Como te habrás dado cuenta, el trabajo es en lo interno. Lo demás, es contingente.

¿Cuál es el papel de las universidades y las instituciones culturales en la promoción de la libertad de expresión?

Por definición, las universidades deberían promover la universalidad en la búsqueda del conocimiento, y no la verdad en sí. Por lo tanto, el fomento de una formación cívica debe ser cuidadosa para no caer en los extremos de la experimentación ideológica. Una de las labores que se deben cuidar son los espacios para el debate, cuidando de combatir el pensamiento único. Donde todos piensan igual, nadie piensa. Cosa que es distinta a la obtención del consenso. Para ello apoyar a la investigación y al derecho de exponer las ideas, por muy absurdas que parezcan, son necesarias para que florezca la creatividad. Sin libertad de expresión, se extinguiría el verdadero progreso.

De las instituciones culturales, me parece que iniciativas como esta, que invitan a reflexionar sobre la libertad de expresión, son bien avenidas. Antes los centros comunales para la enseñanza de artes y oficio, y ahora, estos tan fabulosos entornos digitales. Aquí se pueden promover la educación y conciencia para lograr un mundo mejor.

¿Cómo podemos fomentar el diálogo crítico y respetuoso en un mundo donde las opiniones parecen cada vez más polarizadas?

La polarización no es buena, aunque existen tratados que teorizan en que, al final, los extremos se juntan. En tal sentido, quedamos varados y enfrentados, y por ende, romper este esquema es vital. En consecuencia, promover en los sujetos, individuos, ciudadanos, internautas, tales como queramos llamarlos; la escucha activa, el manejo efectivo de las emociones, el uso claro y conciso del lenguaje, y la tolerancia a la posición del supuesto adversario del pensamiento, ayuda a desmovilizar la tendencia a la polarización.

Ahora, fomentar y adoptar una actitud proactiva para que las personas no se adhieran a la polarización, aceptar las diferencias, ser propicio a disculparse, incentivar la curiosidad y practicar la empatía, permite el diálogo crítico, la perseverancia y la paciencia.

¿Qué papel juegan las redes sociales en la defensa y la erosión de la libertad de expresión?

Las redes sociales son las nuevas arenas en donde se dan las controversias. Ejercer la libertad de expresión y uno tiene acceso a la información orgánica entre la comunidad, libre de los filtros de los administradores de la dinámica social, por cierto, que no siempre luchas por los derechos de la mayoría.

No obstante, también, como cualquier otro instrumento, pueden ser usadas para erosionar y limitar la libertad de expresión, cuando aplican la censura, en forma directa, y la autocensura, por intimidación o exposición al ridículo. No olvidemos, el trolling y acoso, la manipulación de la información, y el rastreo de las comunicaciones, violando la privacidad y la seguridad. Por ejemplo, quien puede negar la censura en ciertas plataformas de vídeos que abordan en forma crítica la pandemia del Covid19.

¿Acaso blockchain puede ser una herramienta tecnológica que permita edificar alternativas para promover entornos de libre expresión digital?

Por supuesto, la blockchain es propicia para edificar la libertad de expresión, en virtud de su naturaleza descentralizada, autenticidad, privacidad y transparencia. Asimismo, en las sociedades fundamentadas en los ideales democráticos, usar la blockchain para los sistemas electorales, quizás, evitaría las controversias y dudas de legitimidad en los resultados de los procesos. Claro, un sistema así, va contra los intereses de quienes quieran perpetuarse en el poder. Así, no solo la legitimidad de origen sería importante, también la de desempeño. Acabaría con los manejos de los dineros públicos, nada transparentes.

¿Cómo podemos garantizar que todas las voces sean escuchadas y que nadie sea marginado?

Vaya, esto es un gran reto. Esto demanda un esfuerzo multidisciplinario, y una formación para la tolerancia en la diversidad. Reglas claras, una moderación activa y comprometida, incentivos en la participación; serían algunas medidas mínimas requeridas para crear un ambiente sin exclusión de las personas por pensar diferente.

No obstante, el sentirse o no marginado, será una decisión de los participantes, regulada por la madurez alcanzada para ser responsable de ser libre en pensamiento, palabra y acción. Una libertad que respete por igual al otro, aunque piense diametralmente distinto.


Espero que estas divagaciones iniciales, y respuestas a las interrogantes planteadas aquí, sean, no solo de su agrado, sino que aporten una perspectiva personal sobre un derecho, cada día más lesionados por los poderosos del mundo. De hecho, el presente es un ejercicio de la libertad de expresión. Usted pudiera estar de acuerdo, o no. Y eso está bien, bajo el paraguas del respeto mutuo.

Agradezco a quien haya sido capaz de tolerarme, al haberme acompañado hasta aquí. Sin duda, una muestra de respeto y compromiso con la libertad, en especial, de la expresión.

Un fuerte abrazo para todos.


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Gracias por detenerte para divagar conmigo un rato.

Imagen publicada en Pixabay y editada por mi usando Mac Keynote.


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