Quiero iniciar esta breve disertación con una pregunta ¿Alguna vez has considerado tu vida como una obra de arte? Incluso, una obra de arte en constante construcción. Creo que en cierto sentido cada elección, cada experiencia, cada relación, son pinceladas que dan forma al lienzo de nuestra existencia. Esta suerte de metáfora, es por lo menos cautivadora e interesante, y obviamente ha cautivado a muchos filósofos y artistas a lo largo de los siglos, así que hoy, respondiendo a la invitación de la comunidad en esta iniciativa, es menester el reflexionar sobre el papel activo que desempeñamos cada uno de nosotros en la construcción de nuestra propia realidad.
Al pensar la vida como una obra de arte, lo primero que viene a mí mente sobre la vida misma es su innato devenir, creo que como cualquier obra de arte, no es para nada estática. En este sentido, podemos considerarla sin temor a equivocarnos como un proceso dinámico, sujeto a constantes revisiones y sobre todo sometido a constantes transformaciones. Al igual que un artista puede refinar su obra a medida que avanza en su creación, nosotros también tenemos la oportunidad de moldear nuestra vida según nuestros ideales y aspiraciones. Sin embargo, esta capacidad creativa conlleva una responsabilidad, ya que somos tanto los autores, como los críticos de nuestra propia existencia.
En otras palabras, cada uno de nosotros lleva dentro un artista innato, de modo que quizá podemos pensarnos como un creador que anhela expresar su visión del mundo. Ahora bien, entendiendo esta visión podemos pensarnos como un pintor, que selecciona cuidadosamente sus colores y trazos, nosotros elegimos como interpretar las experiencias nos toca vivir y también podemos elegir las personas con las que queremos compartir nuestro camino, nuestra vida. Con lo dicho creo que es interesante mirar nuestras decisiones por graden o pequeñas que estas sean, son como una especie de pincelada que van dando forma a la obra de arte.
Así como la búsqueda de la belleza es una característica fundamental del arte, y en nuestra vida, aspirar a una vida feliz, tranquila puede ser el motor que impulsa nuestras vidas. Ahora bien, sin lugar a dudas la adversidad juega un papel interesante, al igual que las sombras en un pintura que puede añadir profundidad y complejidad a nuestra obra, los desafíos que enfrentamos a lo largo de la vida nos obligan a crecer, a adaptarnos y a descubrir nuevas facetas de nosotros mismos.
Con lo dicho creo que es como un artista debemos ser capaces de mirar nuestro trabajo con ojos críticos y hacer los ajustes necesarios, en nuestro caso hablamos de nuestra vida. Es por ello que la autoreflexión es esencial para vivir una vida significativa, una de mis frases favoritas de la historia de la humanidad es la inscripción del templo del oráculo de Delfos: “conócete a ti mismo”. Ahora bien, al tomarnos el tiempo para examinar nuestras elecciones, nuestras creencias y nuestros valores, podemos identificar las áreas en las que necesitamos crecer y cambiar.
Me gusta pensar que una de las características más fascinantes del arte es su capacidad para evocar diferentes interpretaciones en cada espectador. De igual manera, nuestras vidas son obras abiertas, susceptibles de múltiples lecturas. Lo que para una persona puede ser una tragedia, para otra puede ser una oportunidad de crecimiento. Esta apertura nos permite encontrar sentido y propósito en nuestras experiencias, incluso en las más difíciles. Creo que al concebir nuestra vida como una obra de arte, estamos adoptando una perspectiva que nos empodera y nos invita a vivir con mayor conciencia y propósito. Somos los autores de nuestra propia historia, y tenemos el poder de crear una vida que sea hermosa, significativa y duradera. La vida es una obra de arte en constante creación, y siempre inacabada, solo con la muerte llega la última pincelada.
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INICIATIVA: Ingenierías y Humanidades
INICIATIVA: Un tema para cada día
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