De lo  que ya está  abrumado.

Somos hijos de nuestra patria.
Que siempre vivió en sus corazones.
Nuestra pasión por arder sin fin.
Bajo el llanto de los bebés muertos.
Y la luz de la magia es más fuerte que durante el día.
Al sonido del violín y órgano.
Perder, no contar, no un poeta.
Solo sé, cada vez como en el cielo.

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