Amor, tu piel calcinada por la candela, cabello oscuro como la noche, para tontos ojos pareciese que el mundo te ha limitado los colores pero para los conocedores brillas con el sol; hace millones de años te llamaban diosa, hoy te llaman de muchas formas pero hoy solo te llamo morena.
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Tus labios me invitan a entrar y la gota de sudor que baja de tu cuello a tu escote me hace siempre querer recorrer ese sendero ¡Que sabor te gastas morena! Aún besandote por todos lados nunca dejo de querer degustarte.
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Sigo hablándote morena, escribiéndote, pensándote, recordando el alboroto que ocasionabas en mi respiración cuando estás frente a mi, tu aliento húmedo y el recorrido de tu lengua sobre tus labios culminando con un pequeño mordisco en ellos.
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¡Ay morena! ¡Que me ha dicho el doctor! Él me dijo que la azúcar morena era igual de dañina que la blanca, el cual yo respondí:
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¡Usted no conoce a mi morena!