El encierro ¿práctica de salud mental?

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Al inicio del aislamiento social, preventivo y obligatorio, comenzó a circular en las redes sociales este mensaje, buscando concientizar sobre el encierro y clausura vivenciada por lxs usuarixs de salud mental que se encuentran institucionalizados.

El objetivo, no apunta a contrarrestar el propio confinamiento, con todas las implicancias que viene causando en nuestra vida anímica. Sino que, por el contrario, justamente se intenta llamar a reflexionar sobre cómo el encierro afecta a todas las personas, y a empatizar con aquellas otras que viven en contexto de encierro, con anterioridad a la pandemia.

El encierro como tal, es característico de la lógica manicomial. Y esta lógica, esta históricamente enmarcada en un modelo rehabilitador, que tiende a reducir la persona, a una posición discapacitante. Es decir, como un objeto peligroso para el resto o para sí, sobre el cual hay que intervenir y que es necesario separar de la comunidad, para que, de cierta manera no estorbe a la sociedad considerada como funcional y productiva. Este modelo rehabilitador, está centrado en la idea de excluir lo diferente, para “arreglarlo”, presentando al encierro como un castigo merecido y necesario. Esta noción del encierro como rehabilitador, podemos pensarlo no solo en el campo de la salud mental, sino que también en relación al sistema educativo y discapacidad, e incluso en el sistema carcelario.

Si bien consideramos que, en muchas ocasiones, la internación tiene grandes beneficios terapéuticos, e incluso se torna necesaria, es importante que reflexionemos acerca de los modos en que se generan las internaciones que remiten al encierro, que en muchos casos son prolongados en el tiempo por otros motivos que poco tienen que ver con lo terapéutico, y que, en definitiva, solo dejan en evidencia el olvido de los derechos de lxs usuarixs.

Hace poco, en el Hospital Interdisciplinario Psicoasistencial Borda murió un usuario que fue atacado por una jauría de perros, dentro del hospital. La situación ya había sido denunciada en reiteradas ocasiones, claramente sin respuestas, porque ocurrió lo peor.

Éste, sólo es un capítulo más del abandono, desidia y violencia institucional que vienen padeciendo lxs usuarixs. Aquí actuó lo más funesto de la condición humana, cargándose una muerte que se podría haber evitado. Sin embargo, y lamentablemente, quizás a partir de esta muerte, y sobre todo en este contexto de pandemia, se pueda visibilizar la desigualdad en la que vivimos como sociedad, y ayudarnos a repensar desde lo colectivo, nuevas maneras de relacionarnos, sensibilizándonos con la realidad de lxs otrxs.

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