Razones por las que te escribo para no extrañarte

He vuelto a escribirte. Me ayuda... siento que me libero en cada carta...
Me pregunto a veces si te encuentras bien o no. La última vez que supe de ti estabas demasiado mal.
Pero no he de reprocharte hoy. No, quiero contarte lo muy feliz que me siento aquí.
Han cambiado muchas cosas y todas me han gustado. Esta nueva manera de ver lo que me rodea me encanta. Me gusta demasiado la cultura que ella me enseña. Sí, me parece hermosa. Pero no he de hablarte de ella ahora.
Quiero hablarte, en cambio, de aquel profesor tirano que tuve.
Aún recuerdo cuando entraba por primera vez a su escuela. Se veía gris y opaca. No tenía los colores que había en la tuya. ¡¿Puedes imaginarte lo que sentí?! ¡Fue horrible!
Me senté en una de sus sillas aunque más fue el tiempo fuera del salón de clases.
Pero cuando tocaba estar entre esas cuatro paredes, y sin saber bien por qué, era de mi preferencia escucharle narrar su historia. No había tenido una vida buena como tú y yo. La vida le había dado muchos golpes.
Hubo una época donde comenzó a quedarse sin alumnos también pero logró sobrevivir y eso me llenó de esperanzas porque pensé que tú también lograrías volver a ser feliz y de esa manera yo sería feliz junto a ti. Lo mejor es que todavía tengo fe en ello. Todavía quiero pensar que un día me darás la noticia de que todo ahora es mejor que antes.
Él me enseñó cómo funcionaban las sociedades clasistas. A su lado me di cuenta que no era fácil estar en los zapatos de personas que trabajaban por unas monedas diarias para que ellos y sus familias comieran.
Él me enseñó a percibir que no todos gozan de los mismos privilegios aunque todos seamos iguales. Me enseñó también que hay momentos en la vida donde te cuesta conseguir lo que necesitas. Me enseñó que lo que consigues con el sudor de tu frente siempre será mejor que lo que logras sin tu propio esfuerzo porque de nada sirve vivir una vida donde todo te lo dan en bandeja de plata.
La vida sería más sencilla si fuera todo más fácil. Pero él se dio a la tarea de enseñarme en carne propia la verdadera vida. No fue teoría sin práctica. Él decía que esa era la mejor manera, que de esa forma era que funcionaban bien las cosas. Porque ¿cómo aprender si no es en carne propia?
Sólo fueron 10 meses. Muy poco tiempo ¿no crees? Los últimos cuatro fueron más soportables que los primeros seis pues hice amigos que se apiadaron de mí y que apostaron porque yo haría las cosas bien. Intentaron comprender que te extrañaba en ocasiones pero no sabían bien cómo era. Jamás podrían entenderlo a menos que se pusieran en mis zapatos.
Y basta decir que ya me estaban doliendo el alma aquellos zapatos. Pero el tiempo pasa, sí y ya necesitaba quitarme aquellas abolladuras.
Entonces sucedió y un día en vez de ir a su escuela y seguir bajo sus reglas me escapé y me fui para conocer nuevos horizontes y ver una clase distinta.

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