El trato

The deal

She dawned with a stream of light spilling over her chrysalid body. Its contours seemed to ripple under the soft cloth that covered it, so thin and white that the translucent was angelic in the warm light from the window. It was a small room and outside the sea lapped rhythmically from the foot of the blue mountain to the beach that the cliff jealously guarded.

She dropped her arm over the edge of the bed to reach for a magazine she had been leafing through before falling into a deep sleep. She stretched out, rolled over and the rays of light, suddenly a little scattered, caressed her frugal, taut buttocks... A sigh was drowned in the folds of the fabric as her sex felt the pressure of a pillow. She enjoyed herself naughtily, licked her index and middle fingers and placed them where she could feel some throbbing. The sensation of wetness as of retreating foam on the fine sand came next, also causing a slight bristling from her feet to the crown of her head.

The magazine was still soft on the floor. Reflected in the corner of its cover, the window and the ochre of a tiny lamp that had been lighted since the night before... --Just a little longer, stay, she whispered, and felt her body fade before the skilful pressure of her fingers that also moved in circles and slid, searching for some depth in that... place.

A knock on the door brought her out of the ecstasy. However, she didn't get out of bed right away. She smiled a little sideways, looked up at the ceiling and counted to ten as if she had total control over time. She drank some water from a bluish crystal glass on the bedside table and put on a neat cotton shirt, which she didn't quite button.

Peeking out of the door, she revealed her juicy breasts to the woman holding out a folder with pink papers and a pen. It's time, --she said. Yes, --she replied--, it's time. Are you coming in?

--No, I'd better wait outside.

The hinges creaked as the wood clattered against the frame. She walked to the window. Set the papers and pen on a side table where two vigorous sunflowers bade her good morning. Breathed deeply and went through each document in sharp detail. Signed it.

There was a small briefcase at the foot of the bed. She drew it to her chest, her eyes shone as if they were not of this world, she seemed to be filled with infinite power, the energy needed to make the great leap. This was the last link in a very long chain that bound her happiness.

With the briefcase clutched in her arms, she walked towards the door, opened it and there the woman was waiting for her with a calm, smiling face.

--Here, that's everything. I have already signed and that concludes the deal.
--Thank you. I hope you enjoy this dream very much.

The days are getting longer and longer, melancholically rainy. At night that vivid dream always returns. It's pleasure, joy... I wake slowly with her face close to mine, she murmurs and tells me she's here. I cling to my pillows. I cry with happiness. It's so real... and there, where my heart is, sometimes it hurts. It's because love needs contact, a love like this has to feel the heartbeat of two bodies always knotted together.

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Despertó con un chorro de luz derramado sobre su cuerpo de crisálida. Sus contornos parecían ondular bajo la suave tela que lo cubría, tan fina y blanca que lo translúcido se sometía angelical ante la luz cálida de la ventana. Era una habitación pequeña y afuera el mar batía rítmicamente desde los pies de la montaña azul hasta la playa que el acantilado guardaba con celo.

Dejó caer su brazo por el borde de la cama para alcanzar una revista que había estado hojeando antes de quedarse profundamente dormida. Se estiró, dio una vuelta y los rayos de luz, de pronto, un poco dispersos, acariciaron sus nalgas frugales y tersas… Un suspiro quedó ahogado entre los pliegues de la tela cuando su sexo sintió la presión de una almohada. Se disfrutó traviesa, lamió sus dedos índice y medio y los colocó donde podía sentir algunos latidos. La sensación de humedad como de espuma en retirada sobre la arena fina vino después, provocando también un leve erizamiento desde los pies hasta la coronilla.

La revista seguía blanda en el piso. Se reflejaban en una esquina de su portada, la ventana y el ocre de una pequeña lámpara que permanecía encendida desde la noche anterior… --Solo un poco más, quédate, susurró, y sintió que su cuerpo se desvanecía ante la hábil presión de sus dedos que también se movían en círculos y se deslizaban buscando algo de profundidad en aquel… lugar.

Unos toques en la puerta la sacaron de su éxtasis. Sin embargo, no se levantó de la cama de inmediato. Sonrió un poco de medio lado, miró al techo y contó hasta 10, como si tuviera control total sobre el tiempo. Bebió un poco de agua de un vaso de cristal azuloso que tenía sobre la mesita de noche y se puso una camisa de algodón, pulcrísima, que no abotonó del todo.

Al asomarse en la puerta, dejó ver sus jugosos pechos a la mujer que le extendía una carpeta con unos papeles color rosa y un bolígrafo. Es la hora --le dijo. Sí --respondió ella--, es la hora. ¿Vas a entrar?

--No, mejor espero afuera.

Las bisagras chirriaron antes del golpe seco de la madera en el marco. Caminó hasta la ventana. Colocó los papeles y el bolígrafo en una mesa auxiliar en la que dos vigorosos girasoles le daban los buenos días. Respiró profundamente. Revisó con mucho detalle cada documento, mientras ponía su mirada soñadora más allá de la playa y la montaña. Firmó.

Había un pequeño maletín a los pies de la cama. Lo atrajo a su pecho, sus ojos brillaron como si no fueran de este mundo, parecía que se llenaba de un poder infinito, la energía que necesitaba para dar el gran salto. Estaba allí junto al último eslabón de una larguísima cadena que ataba a su felicidad.

Con el maletín abrazado caminó hacia la puerta, la abrió y allí la esperaba la mujer con un semblante tranquilo y sonriente.

--Toma, ahí está todo. Ya he firmado y con esto se cierra el trato.
--Gracias. Espero que disfrutes mucho este sueño.

Los días son cada vez más largos, melancólicamente lluviosos. Por las noches siempre regresa ese vívido sueño. Es placer, gozo… despierto lentamente con su rostro cerca del mío, ella murmura, me dice que está aquí. Me aferro a mis almohadas. Lloro de felicidad. Es tan real… y ahí, donde está mi corazón, a veces duele. Es que el amor necesita roce, un amor así tiene que sentir los latidos de dos cuerpos siempre anudados.