La niñez al igual que las gotas del rocío sobre pétalos candentes, tiene un tiempo determinado de duración, como la risa después de un chiste o como el calor efímero de los abrazos. No obstante, las vivencias que tuvieron lugar en esos tiernos años, son frecuentemente indelebles, quizás porque todo lo que se experimenta por vez primera deja una marca, tal vez porque los descubrimientos están llenos de permanencia.
Sea como fuere, el patio de la abuela presenció miles de esos instantes, los botones de rosas intensas en la jardinera fueron testigos de encuentros y desencuentros entre primos, de batallas ganadas y de inocencias perdidas. El rosal… con sus vistosos colores, fue capaz de contener, proteger y liberar la esperanza de risas lanzadas al aire, de complicidades vespertinas… sus pétalos aún expresan la intensidad de los recuerdos, la solemnidad del presente e incluso, las aventuras del futuro.