El misionero y su forma de ser.

No deseo formular una fracción o particular interpretación de mi visión del misionero, sino que habría que señalar que esta visión misionera siempre es necesaria en las actividades que realizamos, sacando del contexto propiamente cristiano del mensaje, pero conectándolo a nuestra misión o modo de vida, o filosofía o modus vivendis.
Así que siempre es reconfortante escuchar o departir momentos con personas y simpatizantes cercanos a nuestros planteamientos, pero realmente nos enriquecemos en los intercambios y discusiones con las posturas opuestas en parte o relativamente irreconciliables en apariencia primera.
Pero que como todo esfuerzo dialogado se pueden encontrar muchas similitudes con otros modos del lenguaje, como son maneras y complicaciones de filosofía del lenguaje pero aún mayores. Saquemos el valor que posee intrínseco el evangelio y las cosas bondadosas de las vidas de los seres humanos en el Mundo, ayer, hoy y siempre.
Las visiones más relacionados al evangelio poseen ya sus características propias y delimitadas, dentro de una tradición cristiana por poner el ejemplo de occidente, o de otras religiones.
Pero la vivencia más vital y de transformación es el departir fuera de su localidad las cosas que han cambiado en sí y alegran la nueva vida convertida a otros ideales y con fuerzas vitales del nuevo sujeto, que ahora es un misionero o evangelizador o propugnador del discurso que ha tomado como suyo.

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La reflexión es importante pero testimoniar con nuestras vidas y ejemplificando ideas puede cautivar y de hecho lo hace así frente al discurso solitario y vacío de la vida solitaria o intelectual,... los corazones se encienden y enardecen con fuego de pasión y liderazgo enfadados.

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