LECTORES
¡Bang!
Aparté a Valentina de la trayectoria con un fuerte empujón y me sumergí un nivel. Lo habíamos practicado muchas veces, pero nunca fuera del cerebro psicotrónico. Nunca con tanta urgencia.
¿Quién disparaba? Su cara me resultaba familiar. También su traje italiano, tan fuera de lugar en el blanco de nuestra celda como una mancha de tinta.
La bala rotaba en el aire, atravesando con delicadas espirales el pequeño hongo de los gases de explosión. La siguió otra, desde el mismo cañón y con el mismo estruendo.
Bajé otro nivel de conciencia. La realidad se arrastraba ante mis ojos. El brazo del hombre recibió toda la fuerza del retroceso, pero a esa profundidad, casi ni vibraba. La parte blanda de su mano respondió a la onda expansiva con una suave marea que le recorrió la piel. Me fijé en los puños de su camisa. AJ. Me concentré. Agente Joerger. Federales.
Pude leerle. Nos temían. Éramos demasiado poderosos.
El fluorescente defectuoso del techo se apagaba durante lo que parecían días. Meses. Esperé a que volviese. Miré a Valentina a los ojos. Su lagrimal empezaba a humedecerse mientras su cuerpo flotaba hacia el suelo. Nos conectamos.
Un nivel más. Nunca había bajado tanto. Toqué todos los cerebros de la planta. Del Centro de Investigación. De la ciudad. Se los transferí. Ella tendría una oportunidad.
Notaba la punta de acero redondeada enroscándose en mi frente.
Me despedí. Le dije que no mirase atrás. Que la quería. Que la querría siempre.
Descendí un último nivel. Y el tiempo se paró.
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