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Llevan chips, ¡Cómo los perros!
Recordaba esas palabras cada vez que cerraba los ojos. Y entonces, una furia, que con mucho esfuerzo apenas podía controlar, le saturaba los sentidos.
No era un perro, era su hija. Concebida como lo fué él, sus padres y todos sus antepasados. Y él tampoco era un perro. No era una vida fácil, ¿Pero lo otro qué sería? No sería su hija, eso seguro.
Nunca se lo habían planteado hasta que, pese a los anticonceptivos, la vida se abrió camino. Surgiendo a su vez un fuerte instinto que consiguió aniquilar el adoctrinamiento. No querían criar a otro de esos clones patentados y artificiales de los que hacen propaganda las biotech. Querían criar a ‘su’ hija.
Tras superar su furia, empezaron a brotar lágrimas de impotencia mientras sentía como algo a lo que deseaba amar y proteger tanto, se hacía pedazos en el útero de su madre.
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