Daniel y yo nos hicimos novios luego de tres meses de cortejos, yo lo amaba desde el primer día que lo vi, y el decía estar muy enamorado de mi, era yo su primer novio, al cabo de seis meses decidimos una noche salir a compartir con unos amigos en un bar de estos con estilo alternativo, tomamos algunas cervezas, bailamos, reímos, en general la pasamos bien, nos divertimos, cuando pasaban las tres de la madrugada, ya todos los amigos se habían ido y nosotros dos algo ebrios pero contentos nos fuimos caminando a casa, que nos quedaba unas 10 cuadras distante, íbamos agarrados de las manos, dándonos besos en cada cruce y desde la mitad del trayecto abrazados recordando lo genial que la pasamos entre amigos, yo estaba hinchado de amor, con cada paso que daba, tomado de su mano solo pensaba que lo amaba y quería gritarlo, me preguntaba cual seria el momento justo para decirle lo que yo sentía tan intensamente desde el primer día, porque decirlo muy temprano quizá le invitaría a pensar a el que yo estaba loco, y muy tarde tal vez era demasiado tarde; entonces así con ese conflicto de mi existencia llegamos a casa, una vez echados en la cama surgió ese momento idílico en la intimidad de las parejas que se aman, de besos intensos en medio de miradas fijas, profundas, hermosas; caricias tersas que con cada roce descargaban golpes de energía y frenesí, si, no era mas, era el mas puro frenesí, no cabía aunque muy excitados un pensamiento sexual o morboso, por lo menos no en mi mente, la tenia nublada de rosa, sentía que flotaba literalmente, y todo me olía a caramelo.