Desaparición en el club Goodwind-Capítulo V

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La mañana del 14 de enero daba inicio y el sol apenas se separaba del horizonte. El reloj marcaba firmemente las 7:20 AM y la ciudad comenzaba a latir haciendo cada vez mayor escándalo.

Josef, tras debatir con Luis lo que deberían hacer y analizar profundamente los hechos, habia decidido convocar a Mario a La Choza Alta, una casa antigua con forma de palafito que utilizaban como un refugio. El lugar era un terreno rústico y primitivo con un fondo de torres imponentes y colosos de hormigón.

La brisa escoltaba espumosas olas que propinaban ligeras bofetadas a los pilares de la casa. A pocos metros de allí, una palmera se alegraban al ver el sol regresarle la luz del día mientas Josef se apostaba bajo su sombra. Mario llegó en su caminoneta y desabordó con hololentes calzados frente a sus ojos; Josef poseía unos similares. Ambos se encontraron con la mirada y se saludaros sin palabras, luego sincronizaron las imágenes de sus hologramas para compartir lo que veían.

—¿Puedes decirme por fin qué vaina pasa? —preguntó Mario.

—Claro, pero primero me gustaría saber lo que conseguiste antes de contarte todo lo que tengo en mente.

—Pues hay poco, pero parece confirmar algunas cosas que ya sospechaba —dijo Mario al desplegar una imagen de los registros del teléfono de Michelle Sosa—. Hay solo tres llamadas de José Ricardo y un chat borrado. Supuse que Michelle controlaba esta información, pero como cualquier inexperta no eliminó los respaldos que su dispositivo guardaba.

La conversación que pude obtener solo mostraba algunos mensajes que confirmaban la relación entre ambos, pero sin ningún delito sexual evidente —Mario abrió un mapa tridimensional de la ciudad. Una red de líneas color rojo intenso se enredaba entre las calles—. Este es el trazo geográfico del dispositivo durante los ocho meses desde que se compró hasta este momento.

Busqué los patrones y revisé los registros, tal parece que José Ricardo empezó a contactar a Michelle usando este medio hace solo tres meses. Estuve analizando la rutina de ella para confirmar lo que los mensajes sugerían y conseguí exactamente lo que buscaba.

—¿Entonces tenemos la información sobre cuándo y dónde se vieron? —preguntó Josef.

—Así es —replicó Mario—, pero tengo que encontrar ese hilo entre todo este enredo.

Josef tomó una bocanada de aire y liberó un suspiro de alivio.

—Supongo que aprovechaste el momento y le hiciste algunas preguntas a su madre.

—Por supuesto —respondió Mario—, ella está realmente abrumada por toda esta situación, pero se encuentra calmada por lo menos. Me comentó, entre otras cosas, que Michelle nunca le habla sobre su vida personal, lo que parece ser bastante evidente.

Hay una fuerte incompatibilidad entre las dos y eso parece que causa que tengan una comunicación sumamente ineficaz. Creo que no obtendremos mucho de ella.

—Eso puedo entenderlo, aparentemente Michelle hacía lo posible por vivir fuera de los márgenes que su madre le imponía y estar lejos de su radar. Por lo que sabemos, la madre de Sabrina debe estar más conectada con Michelle y debe saber más sobre ella que su propia madre.

—Qué bueno que lo mencionas porque creo que ella realmente sabe demasiado —dijo Mario al mostrar unas fotografías que había obtenido en el teléfono de Michelle.

—Ya veo... Tal vez no esté relacionado con el caso, pero parece que ha ocultado información bastante comprometedora.

—Tengo que ir a verla, ella tiene que explicar muchas cosas. Pensaba hacerlo al salir de aquí —dijo Mario.

—Eso no lo dudo, pero hay ciertos detalles que debes tomar en cuenta antes de que hagas cualquier cosa. No estamos ante un caso común.

—El hecho de que José Ricardo esté involucrado lo hace evidente —señaló Mario—, pero ¿por qué lo dices? ¿encontraste algo interesante?

—No solo eso, esta investigación está poniéndose cada vez más oscura —afirmó Josef—. Hemos manejado diversas teorías, pero no tenemos todavía el panorama completo. Ni siquiera llegamos a entender cómo pudo haber desaparecido.

—De acuerdo, en ese sentido tienes razón; podemos estar manejando teorías totalmente erróneas por la necesidad de encontrar un culpable. Es mejor si nos concentramos en investigar y dejamos que las pruebas hablen por sí solas.

—Ajá, parece sensato, pero eso no es lo que realmente intento que entiendas.

—¿entonces? —preguntó Mario.

—Mira, hay algo muy importante que no te he dicho todavía.

—Dímelo ahora.

—Pues, la verdad es que conozco al dueño de Goodwind demasiado bien, Luis y yo somos amigos desde hace mucho tiempo, y el motivo es de esos que la ética del oficio no me permite contar.

Ya sabes la clase de cosas que debes hacer para trabajar y sobrevivir en el servicio de inteligencia. Puede parecer que lo favorecería por eso, no quisiera verlo tras las rejas, pero no tengo motivos para sospechar de él, aunque las pruebas empiezan a dictar una historia que lo deja muy mal parado.

—Así que por eso hablabas tan poco sobre él —señaló Mario.

Josef asintió.

—Necesitaba descartar que estuviese involucrado primero, y el hecho de que parezca culpable, curiosamente, es lo que me hace pensar que no tiene nada que ver.

—Ya va, ¿cómo así?

—Analicé la situación, seguí las evidencias y descubrí que él indirectamente está relacionado con José Ricardo Uribe. Luis se ha estado reuniendo con Gilber Romero, pero eso no me parecía lógico, él no es alguien que suela tratar con ese tipo de personas. Eso me generó una gran duda, por eso decidí ir a casa de Luis anoche.

Cuando llegué fui totalmente directo y le pregunté sobre esa conexión, entonces Luis me contó detalles muy interesantes. Al parecer, Uribe tiene la intención de negociar con él y Romero está intermediando para consolidar esa relación, pero tengo el presentimiento de que sus verdaderas intenciones son muy distintas.

—Creo que entiendo —interrumpió Mario—, hay algo muy extraño ocurriendo aquí.

—Fíjate en esto: según lo que me dice Luis, el evento del día Jueves en Goodwind no era regular, Romero había pedido algunos arreglos especiales para adaptar el ambiente a su gusto. Eso me pareció el mejor indicio de que vamos en la dirección correcta.

Sabemos que Luis lava dinero con su club y todas las tiendas que tiene, pero no tiene muy buena relación con los políticos. Uribe tiene relaciones con el hijo del alcalde, básicamente es su testaferro, y Luis es una posible amenaza para sus negocios.

Si tú tuvieras tanto poder y por alguna razón quisieras quitarte de encima a alguien a quien no puedes controlar, pues seguramente aprovecharías las fallas del sistema para hacerlo, pero como el DFI está bien relacionado con Luis, hacer eso no es muy fácil.

—¿Crees que intentan derribar a Luis Guerrero? —preguntó Mario.

—Estoy convencido de eso —respondió Josef—, aunque no tenga forma de explicarlo totalmente. La verdad hay muchas cosas en mi cabeza, no me siento tan certero como suelo ser... estoy fuera de foco. Hay algo que me causa una agobiante sensación desde que iniciamos este caso.

Mientras que Mario llevaba veintinueve años ejerciendo con gran orgullo su labor como detective, Josef apenas se acercaba a cumplir su cuarto año en el DFI. Él había sido un prodigio de la escuela nacional de la policía federal, tenía un talento natural que sus compañeros reconocían. Con tan solo veinte años ya era parte del cuerpo de Inteligencia federal, donde destacó por sus ingenio y capacidad analítica.

A los veintidós años, Josef ingresó a un equipo secreto de inteligencia que no tenía un nombre oficial, pero que era llamado GANG por sus miembros.

Josef fue parte de GANG durante cuatro años. Él nunca hablaba sobre la razón que lo llevó al DFI, pero no fue casualidad que el equipo fuera disuelto poco después de su salida. Todas sus misiones se hacían en secretos y sus motivos eran clasificados, y eso era necesario, el campo al que se dedicaban suele ser sumamente peligroso.

Al ingresar al DFI, Josef conoció a Mario, y desde entonces había preferido trabajar con él antes que con cualquier otro detective. La primera investigación que ambos hicieron juntos fue sobre una desaparición que terminó como un caso de feminicidio y pederastia sin ningún culpable descubierto.

Esa fue una investigación muy extensa sin ningún indicio claro, y cuando finalmente apareció la chica, el estado de su cuerpo y la historia que contaba impactó en lo más profundo del espíritu de Josef.

—A mí también me preocupa mucho este caso, pero evita tomartelo personal —sugirió Mario.

—Solo quisiera encontrarla viva —replicó Josef y despejó el cabello de su frente—. Bueno, hay otra hipótesis que estuve manejando desde anoche, Mario me llamó la atención sobre eso: no tenemos mucha experiencia atendiendo desapariciones, y la única vez que investigué una fue contigo, hace mucho tiempo, y fallamos totalmente entonces. Tomando en cuenta como el sistema evalúa nuestros talentos, creo que no hemos sido electos por el algoritmo, sino por una persona.

—¿Piensas que han hackeado el sistema del DFI?

—Eso mismo he pensado desde el inicio —afirmó Josef.

—Si eso es cierto esta no debe ser la primera vez que ocurre —replicó Mario.

—Es por eso que creo que puedo descubrir quien ha estado manipulando el sistema —dijo Josef—, algún rastro debió dejar esa persona. Ayer pensaba que intentaban utilizarnos para inculpar a Luis, pero él se ha comprometido por sí solo. Creo que Michelle fue secuestrada en el club para exponerlo, pero eso fue ocasional, solo fue como matar dos pájaros con una bala.

—Eso tendría mucho sentido.

—Eso creo. Luis tiene muchos amigos en el DFI, no bastaría con sobornar a los detectives asignados al caso para lograr que caiga, de hecho nosotros no nos dejamos sobornar, pero eso quiere decir que Luis tampoco podría hacerlo.

Hay un plan maquiavélico en marcha, Mario, y creo que nos asignaron por eso mismo. Pienso que debe haber un infiltrado de José Uribe en el DFI, alguien que ingresó durante en el último año, el tiempo que tiene su amigo Dirman como jefe de los negocios de su padre.

—¿Ya tienes un sospechoso? —preguntó Mario.

—Efectivamente —confirmó Josef—, pero si queremos hacer que caiga y que esto funcione debemos ser discretos y actuar como si no nos hubieramos dado cuenta de nada.

—Pero Josef, si todo esto es cierto entonces Michelle no es la única que está en riesgo —dijo Mario.

A las 8:42 AM del 14 de enero Mario arribó a la casa de Edith Meza. Minutos antes, Josef había cruzado la entrada del liceo Luz Divina, dónde Michelle estudiaba, autorizado por el sistema de seguridad gracias al nivel de acceso que obtenía gracias a su placa. Mientras Josef esperaba la campana del receso en la comodidad de una banqueta, Mario era recibido por Edith Meza a dos kilómetros de su ubicación.

—Detective... ¿Cómo está? ¿En qué le puedo servir? —dijo Edith al abrir la puerta claramente sorprendida.

—Muy preocupado por el caso, señora Edith, por eso estoy aquí —respondió Mario.

—Pero... ¿han hecho algún avance?

—Sí, pero creo que nos puede ayudar a avanzar un poco más —dijo Mario.

—Si quiere hablar con Sabrina, pues está en el liceo, le tocaba ir a clases.

—No vine para hablar con ella —dijo Mario haciendo un pico con sus labios—, ya mi compañero se está encargando de eso. Vine para hablar con usted.

—¿Conmigo? —preguntó Edith.

—Así es —reafirmó Mario.

—¿Y de qué le gustaría hablar? —dijo Edith recogiendo el cabello sobre su oreja.

—En primer lugar, necesito saber ciertos detalles sobre su relación con Michelle —dijo Mario.

—Bueno... no sé qué tanto le pueda decir, ella es la mejor amiga de Sabrina. La verdad le tengo un gran cariño y la conozco desde que era una niña, pero...

—¿También comparte con ella alcohol y drogas? —interrumpió Mario.

Edith dio un brinco.

—Claro que no, no, ¿por qué dice eso?

—Encontré unas fotografías que indican todo lo contrario —dijo Mario con una sonrisa pícara—, y seguramente Michelle podría confirmarlo si está lejos de su presión.

Edith tenía el rostro pálido y las palabras quedaron ahogadas en su garganta. Cerró los ojos, tragó nerviosamente y respondió:

—Ok, está bien, Michelle y Sabrina a veces hacen fiestas aquí, pero solo toman alcohol, no sé nada de drogas.

—Podría hacerles una prueba de sangre a las dos, y si salieran positivas podría culparla por negligencia materna. Sin embargo, no tengo ningún interés en hacerlo, lo que quiero es porteger a las chicas y por ahora mi prioridad es saber algunos detalles que usted conoce sobre Michelle que seguramente nadie más sabe.

—¿Qué quiere que le cuente? —preguntó Edith.

—Cualquier información sobre su relación con Jose Ricardo Uribe y otras insensateces de Michelle. ¿Sabe usted algo de esto?

Edith mordisqueó su labio superior mientras se agitaba con impaciencia. Tomó un poco de aire y respondió:

—Está bien... Voy a contarle todo, pero no quiero verme involucrada en nada de esto.

—Tranquila, si usted colabora con nosotros entonces nosotros colaboraremos con usted.

A las 9:00 AM dio inicio el primer receso del día en el liceo Luz Divina. Sabrina salió del salon 5-B acompañada por un chico de cabello enrulado y una piel morena que era atacada por un leve acné. Ambos caminaban con un ritmo desanimado y la vista baja. Solo les tomó un instante notar la presencia de Josef justo frente a su módulo. Sabrina tomó al chico de la mano y lo llevó con ella hasta la banqueta donde Josef se sentaba.

—Buenos días, Sabrina. —Josef observó al chico junto a ella—... y tú debes ser Javier.

Javier asintió.

—Soy Josef Ochoa, mucho gusto. Vine porque tengo que decirles algo muy importante; pero necesito que me cuenten con lujo de detalle todo lo que sepan sobre la relación entre Michelle y José Ricardo Uribe.

—¿Entonces cree que él la secuestró? —preguntó Sabrina agitada.

—No hay nada seguro, pero lo que estamos considerando. Si eso es cierto necesitamos entender cómo pudo hacerlo.

—Haré lo que tenga que hacer para ver a Michelle de nuevo —dijo Sabrina.

—Yo también —afirmó Javier.

—Entonces necesito verlos en el club Goodwind una vez que salgan, pero por ahora necesito saber una cosa: ¿dónde puedo encontrar al DJ que tocó en el club esa noche?

¿Dónde está Michelle?

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