No se venden los libros, y estos vuelven miserables a quienes los leen, pierden el tiempo en contemplaciones, en pensar sobre el universo, las carreras literarias se quedan sin estudiantes, ellos sólo se ponen más pesimistas mas nadie los lee. Para eliminar las ideas de un hombre muerto sólo hace falta quemar sus libros, sólo dos segundos y se habrá ido para siempre, y nadie volverá a sufrir por sus lúgubres ideas. Sólo hay tiempo para algo de trabajo, y el resto se puede ocupar en entretenimiento fugaz; conducir a altas velocidades, romper cosas en una feria, ver en televisión un grupo de personas hablando trivialidades, admirar cuadros abstractos que nadie entiende, beber, cojer, drogarse. Este es el mundo que nos presenta Fahrenheit 451, donde los bomberos no apagan incendios, sino que los crean para eliminar los libros cuales guardianes de la felicidad.
Ah, pero este Edén de adrenalina no es la utopía dónde todo mundo es feliz, la gente continúa suicidándose, nadie quiere tener hijos, y quien los tiene termina por dejarle su crianza a la televisión mientras ellos lo odian. La gente no es feliz, sólo se distrae con lo inmediato, tan sólo un paño de agua tibia. Y es que el ser humano ha sido artista desde sus inicios, desde las frías cavernas del periodo prehistórico, si el arte se prohibiese, no suena tan descabellado pensar que nos volveríamos locos y extraños entre nosotros. Beatty, el antagonista, explica que esto fue un cambio positivo; al suprimir el tiempo de ocio -que en realidad, con todas las distracciones, no tiene nadie-, se elimina el tiempo para pensar, para el romance, para relacionarse de cualquier forma con nuestros seres queridos, como hacía la familia de la curiosa Clarisse.
Ninguno de los temas nombrados nos son totalmente ajenos pues, aunque el arte continúa existiendo y evolucionando, nos sumergimos en una cultura hedonista y anodina, del vivir para el placer y, sobretodo, el placer inmediato. "Los cuadros solían significar algo, incluso representar personas (...) ahora todo es abstracto", la sentencia de Clarisse no podría sernos más identificable, en las clases sobre arte y museos justifican la mediocridad posmodernista con obras que nadie entiende y los que supuestamente lo hacen no son más que pretenciosos sin talento real. Asimismo, esto nos deja la sociedad; gente que se droga para sentir algo, casarse copiosamente, tener malas relaciones con los padres, hogares rotos, depresión y mucho alcohol. Todo les es vano.
Existen muchos bomberos, mas a diferencia de Fahrenheit, actúan con frecuencia. Muchos Beatty corren a incendiar artículos, personas, libros en pos de eliminar la polémica para que nadie se sienta aludido o infeliz, mas igualmente no se ha traducido en ninguna mejora, sino en inseguridad e, irónicamente, aún más cólera de los que se adjuntan al creciente status quo. Mueren y son silenciadas muchas Clarisse para dejarnos vacíos Montag o Mildred ¿también hasta que caiga una bomba que nos haga empezar de vuelta?
FuenteLos bomberos existen.
