Parte pequeña de un todo

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Y vuelves cada día, buscando algún motivo que devuelva la sonrisa, que oculte los recuerdos en una caja de sorpresas sin abrir, bajo un papel de regalo eterno, la ignorancia. Te mueves entre frases, entre principios sin finales.
Sobre un trampolín, pensando, “me tiro… no me tiro”, hazte el favor de reunir valor y salta, tres segundos o toda tu vida, pero deja de copiar dudas que nunca fueron tuyas.
Principios sin personas, personas mudas, personas sordas que sueñan con voces diciéndoles “te espero”, entre imágenes de un lugar que ya no es suyo, que ya no entienden.
Te preguntas, cada día que pasa, si será la última vez que alguien te dirá “hola” y seguirás a lo tuyo como si sólo el viento hubiera pensado decirte algo y se hubiera arrepentido en el último instante, seguirás, engordando tu cuerpo, tu aura, tu leyenda, matando, a cambio, tus sentimientos.
Sonríe mirando al frente, el resto ya no importa, parecen decir desde el otro lado del escaparate, mirar atrás es solo esa manera tonta que tienes de aliviar un futuro que nunca será tuyo, afróntalo, muere de una vez en tu puta vida por una decisión propia.
Comienza, pantalla en blanco y azul, los de siempre, ya no hay nadie a quien impresionar. Memoria. Ya no queda ni un camino en el que dejar tus huellas sucias y blandas de rencor, de hierba podrida que un día tuvo miedo a la luz del sol y se quedó agazapada pensando “que mueran otros, yo estoy bien en mi cueva”

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