Crisis hospitalaria en Venezuela: no todo esá perdido.

20170815_103904.jpg


Ella es Ana, mi esposa quien el pasado agosto casi se muere producto de varias patologías: 2 virus, 2 bacterias y 2 enfermedades potencialmente mortales: leptospirosis y paludismo. Pero no estoy aquí para contarles por toda las crisis que le toco pasar a ella y a todos en la familia; estoy aquí para contarles de todas las manifestaciones de amor, pasión y solidaridad que recibimos en 3 meses de angustia.

La primera vino del Dr. Richard Gil, a quien no tuve el placer de conocer en persona pero que se embraguetó con los médicos de la unidad de cuidados intensivos de la clínica donde estaba y se encargó de cumplir su promesa: "Jesús, tu confías en mi? entrégame a tu esposa y me la llevo al hospital y te garantizo que de ahí sale caminando". Y a Dios gracias así fue.

Al llegar al hospital General del Sur de Maracaibo, uno de los más grandes centros hospitalarios del Zulia, les confieso que tuve miedo; miedo por la crisis asistencial, porque fue un shock salir de una clínica con toda la atención, entre comillas, a la emergencia de un hospital donde falta de todo, donde no hay ningún medicamento, pero a Dios gracias sobra la mística de todo el personal. Ahí aparecieron los primeros ángeles: la Dra. Yoelis Vargas, el Dr. Gustavo Méndez y Rosalinda, una enfermera de la unidad de diálisis. Mi esposa llegó con los riñones paralizados y requirió de 6 diálisis seguidas para desintoxicar su sangre. En dicha unidad, fue recibida por Rosalinda, una muchacha que muy amablemente, y ante el temor de Ana de enfrentarse a un procedimiento nuevo para ella, la acompañó y se conectó emocionalmente con ella. Rosalinda fue un ángel para Ana: la acompañó en cada una de las diálisis, rió y lloró conmigo en los primeros diagnósticos, nada alentadores y nunca nos abandonó en el proceso de recuperación.
También llegaron muchos ángeles a quienes les quiero reconocer el apoyo económico de mucha, pero mucha gente de mi Machiques: compañeros de trabajo, de ella y míos, mi gente de Fe y Alegría, gente que hasta el momento no conozco y que de la nada hicieron colectas, donaciones de dinero y medicinas, las cuales, gracias a todos ellos, nunca le faltaron a Ana.

Y es que, en Venezuela, en una crisis hospitalaria como la que nos tocó vivir, si no tienes dinero, contactos e influencias, simplemente te mueres; eso es lo que mucha gente dice pero no es del todo cierto: la solidaridad lo es todo.
Decirles que, gracias a la solidaridad de mucha gente, de la pasión de cada uno de los enfermeros, doctores y personas, pudimos salir adelante es poco.

Queda mucha gente buena haciendo su trabajo en el país, en cada uno de los hospitales y centros de salud, a quienes la crisis, la desesperanza, la escasez y la angustia les pasa por el lado y no los toca. Todavía queda mucha gente comprometida y apasionada a quienes no se les arruga el corazón para ayudar a su prójimo a pesar de no tener nada a mano, sólo su conocimiento y su entrega por lo que hace.

Y sobre todo Dios, quien siempre estuvo a nuestro lado y a lado de toda esa gente que también padecía de una enfermedad, poniendo a cada problema una solución; a cada falta de medicamento el camino para encontrarlo, a cada recaída una recuperación.

Mil gracias a todos quienes nos ayudaron, gracias al buen corazón del venezolano, ¡estamos entre ustedes!!!

¡Porque no todo está perdido!!!!!

H2
H3
H4
3 columns
2 columns
1 column
Join the conversation now