Soy Lenin Rafael Mesa, oriundo de Cantaura, Edo Anzoategui, Venezuela, lugar en donde, hoy por hoy, aún resido. Actualmente, estudio ingeniería de sistemas en la Universidad de Oriente y me encuentro a un paso de poder alcanzar, finalmente, dicha meta. Mientras tanto, me desempeño en el área del diseño web responsive y efectivamente en otras áreas estrechamente relacionadas a ello.
Por otro lado, en mi tiempo libre me dedico a la lectura, pero esencialmente a la escritura y a todo aquello que realmente pueda proporcionarme las herramientas necesarias para seguir mejorando e indagando, constantemente, en este maravilloso, pero, al mismo tiempo, complejo arte. Por lo que me gustaría nombrar, en este apartado (puesto que estoy convencido de que al igual que a mí, probablemente a otros les será de mucha ayuda), a dos escritoras que a través de “youtube” imparten sus conocimientos mediante contenidos de calidad que van dirigidos, especialmente, para aspirantes a escritores. Ellas son: Lorena Amkie (escritora mexicana) y Esther G. Recuero (escritora española).
También puedo decir que, en lo que respecta a gustos musicales, escucho diferentes géneros que van desde el amplio y variado rock; de la misma forma que el pop, edm, góspel, etc. Sin embargo, si tuviese que hacer énfasis en algún grupo y/o solista en específico, sin lugar a dudas destacaría a Soda Stereo y, desde luego, a su vocalista y posteriormente solista, Gustavo Adrián Cerati (quien indiscutiblemente hizo del rock en español un verdadero arte).
Por último, me gustaría compartir con ustedes uno de varios relatos que he escrito. En esta ocasión, un relato breve, narrado por un personaje (un joven, específicamente) que se encuentra en conflicto consigo mismo al no poder soltar su pasado. Aquí se los comparto, ¡espero que les guste!¡Cuánto tiempo perdido! ¡Cuánto tiempo perdido! Me decía a mí mismo, reiteradamente, como si aquello se tratase de un intenso clamor que, finalmente, pudiese originar un verdadero e irreversible cambio en las “infranqueables” profundidades de mi mente. Sin embargo, al mismo tiempo estaba consciente de que, al reprocharme, una y otra vez, de lo que pudo haber sido o, desde luego, hubiese podido hacer, no me ayudaría absolutamente en nada, ni en lo más mínimo, al tratar de tener la fortaleza suficiente para levantarme y comenzar otra vez. E incluso sabiendo que ese no era el camino correcto, seguía con aquel tortuoso martirio con el que día y noche se destruía mi autoestima y salían a la luz mis peores miedos.
No obstante, esa madrugada, en medio de la súbita e intensa meditación en la que me encontraba inmerso, al mismo tiempo podía contemplar, cara a cara, a través de aquel descolorido ventanal, como la lluvia arremetía con toda su furia sobre cada uno de nuestros frágiles aposentos. Y gota tras gota, y relámpago tras relámpago, con sus estrepitosos sonares lograban estremecer, severamente, a mis agobiados sentidos.
Cuanta fuerza y poder había en ello, cuan inconmensurable se tornaba la oscuridad que yacía en la avasallante apariencia de aquella profusa tormenta. Una “incesante” tormenta, necesaria y pasajera, que al desbordar toda su ira posteriormente le proporcionaría nuevas fuerzas, a quien, sin saberlo, le había rehuido al encontrarse convencido de que era imposible sobrevivir a ella; dejando tras su estruendoso paso notorias huellas, y abriéndose camino para recibir a los sutiles destellos de luz (rayos de sol), que le darían un nuevo rumbo y sentido a cada una de sus sedientas vidas.
Y, a fin de cuentas, tras ese bullicioso pensar, súbitamente hallé la auténtica respuesta que durante mucho tiempo había intentado encontrar, de manera errónea, en lo que evidentemente se tornaba cada vez más ajeno a mi fuero interno: simple y llanamente aquella respuesta siempre estuvo en los confines de mi mente, en donde, hasta ese preciso momento, en medio de aquella estruendosa tormenta, finalmente pude llegar a ella.