Introduce yourself | Un breve tour

Hola, ¡qué gusto que hayas podido llegar!, creí que te quedarías atorado en el tráfico como el resto de la gente.  

Pasa, por favor. ¿Te sirvo algo de tomar? Perfecto. Mira, podemos tomar asiento ahí. ¿Estás cómodo? Bien; yo lo estaré en la medida que tú lo estés.

Antes que nada, primero que todo, quiero que sepas que es un gran halago verte con ánimos de conocerme. Si te soy sincera, en dieciocho años no se juntan suficientes historias como para ser contadas. O al menos, yo no lo he hecho. Oh, pero descuida, no pretendo malgastar tu tiempo. 

Para comenzar diré que crecí en una familia de ingenieros y médicos. De ahí que los cajones de mis memorias infantiles estén llenos, entre otras cosas, de fórmulas químicas, la importancia de la eficiencia en la producción, y cómo diagnosticar a un paciente en tres sencillos pasos.  

Mi primer contacto con la literatura fue alrededor de mis tres años, cuando recibí por Navidad libros de anatomía animal. En ese entonces pedí a mi abuela que los leyera en voz alta, para así yo poder memorizar alguna que otra cosa y fingir que leía por mi cuenta.  

Debo admitir que me costó un buen tiempo tomarle gusto a la lectura. Quizás el error estuvo en plantarme un libro delante y hacer uso de la fuerza para que no despegara los ojos de él. Así me tragué las palabras, una tras otra, hasta que llegó a mi vida una profesora de Historia llamada Marta, en mi último año de primaria.  

Puedo afirmar que a partir de esa edad aprendí a reconocer la pasión en las personas. Seguramente has tenido algún profesor que parece rejuvenecer en cuanto expone su clase. Pues esto es lo que le sucedía a Marta, quien con los casi sesenta años que le calculaba, aparentaba tener treinta. Al gesticular se le olvidaba que padecía artritis, y si se trataba de sacar a sus alumnos a los jardines de la escuela, era la primera en proponerlo a pesar de lo gastadas que estaban sus rodillas.  

Si tuviera que hilar ciertos acontecimientos en mi vida, escogería aquella pasión de Marta y la primera libreta que llené cuando comencé a escribir.

Volviendo a temas más cotidianos, debo admitir que tengo una maestría en procrastinación. Me confieso amante de la puntualidad a pesar de venir de padres tan ocupados como impuntuales. Procuro no ver una misma película dos veces, ni volver a lugares donde ya he estado. Llegué a este mundo como una persona distraída, irresponsable e irreverente. El primero de estos defectos me costó la pérdida de zapatos y pantalones durante su uso. Los otros dos, la desaprobación de mis padres. Ahora, aunque creo que lo anterior está corregido, de vez en cuando los defectos salen a relucir.  

Yo espero que después de esto no te alejes de mí silbando. Así que para prevenirlo, dejaré que me conozcas a través de mis escritos, pues no creo que pueda ahondar tanto en mí de la manera que ellos lo hacen.  

Por cierto, disculpa que lo haya omitido… soy Andrea.   

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