La Satisfacción de Saber lo que se Pone en la Mesa.

  Como ya les comenté, hace algo más de un año que tengo una huerta orgánica. 

No puedo describir la satisfacción de saber qué le doy de comer a mi familia. 

En estos tiempos de tanta incertidumbre con la industria alimenticia, este gesto de autosuficiencia y soberanía alimentaria me llena de orgullo. 

Me costó, tuve que limpiar de piedras un terreno del que dispongo, acondicionar la tierra, que es muy arcillosa, en fin, muuuuuucho trabajo. 

Pero al fin, logré resultados muy buenos.  

Este es el primer almácigo, de albahaca. 

Tiene semillas diminutas, de unas 100, aproximadamente, solo brotaron estas dos plantas y sobrevivió una. ¡Pero se hizo un plantón enorme! 

El zapallito fue más fácil, solo plantar en tierra. Conseguí las semillas en el centro comunal, me dieron 5 semillas y salieron 2 plantas. ¡Comimos todo el verano! Éstos son los primeros.  

Pero las que más dieron fueron las tomateras, kg y kg de tomates, comimos ensaladas, vendí tomates y con mi esposo hicimos salsas. ¡Tenemos para todo el invierno! 

Realmente vale la pena el esfuerzo, es trabajo, nadie dice que sea fácil, es frustrante cuando las semillas no brotan, o cuando los caracoles, las langostas y hormigas se comen todo, o cuando atacan los hongos, en fin.  

Cuando al final te vencés a vos mismo y seguís adelante y la tierra te da su fruto, con sabor a hortalizas de verdad, con los colores del sol, cuando tu gente te dice: ¡qué rico!, te das por bien pagado por todos los sacrificios y no hacés más que esperar el momento de volver a sembrar.     

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