Apuntes sobre la epidemia y el miedo

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Asociado a los lapsos de epidemia existe un terreno para el nacimiento de tantos tipos de sentimientos que, aparte de las importantísimas connotaciones sanitarias, se constituye una forma de morbo, contagioso como la epidemia misma, indispensable de atender.

A la expresión de ese magma de ideas y sentimientos se suman las personas, buscando, o produciendo, explicaciones que ayuden a manejar la angustia individual o colectiva.

Los estudiosos de estas manifestaciones, los científicos sociales, se acercan a ellas incluyéndolas en el concepto de Representación Social, noción que nutre una interesante y rica línea de investigación en la que se producen estudios acerca de las perspectivas que las personas asumen y expresan en referencia a un hecho o momento histórico.

Una epidemia es un fenómeno social, a la vez que médico, complejo. Afecta, como podemos evidenciar en la actualidad, diferentes órdenes de la vida colectiva.

Por un lado, está el aspecto económico, claramente constatable en sus repercusiones sobre la producción y comercialización de bienes y en la manera cómo se patentizan las diferencias entre diferentes estratos sociales en el acceso, o no, a los sistemas sanitarios.

En esa complejidad que producen las pandemias juega un importante papel las ideas que las personas manejan en lo referente al tema de la salud y la enfermedad. El acceso a esas ideas brinda una vía para emprender análisis demográficos, políticos, psicológicos, de impacto sobre el arte y/o la cultura, entre otros aspectos, además del trabajo que realizan las disciplinas antropológicas en su labor historiográfica.

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Un interesante estudio Representaciones de la enfermedad estudios psicosociales y antropológicos escrito por Maru León Canelón y Benito Díaz Díaz, quienes son investigadores de la Universidad de los Andes en Trujillo, Venezuela, establece una aproximación a la manera como se entienden, en términos generales y dependiendo de factores específicos, las causas de las enfermedades.

Se explican en el estudio dos fuentes de causalidad: la interna atribuida a la responsabilidad del individuo y la causa externa atribuida al mundo natural, social o sobrenatural.

Cito a los autores:

Cuando la gente se encuentra en situaciones de incertidumbre y que implican cierta amenaza a la integridad personal, hay una tendencia a tratar de explicar o encontrarle sentido a lo que está pasando (Gerard, 1963; Wong y Weiner, 1981). Según teóricos de la atribución, esa tendencia a hacer análisis causales es iniciada por la necesidad de las personas de predecir el futuro y controlar los eventos (Heider, 1958; Jones y Davis, 1965; Kelley, 1967). La amenaza o vivencia de una enfermedad, es una de esas situaciones que generan explicaciones acerca de los orígenes de la enfermedad.

Parte del proceso de disminuir la angustia, o de huir al miedo, implica un proceso de negación psicológica en el que las personas creen improbable que la enfermedad los toque. Esto último se gradúa o matiza particularmente, dependiendo del ámbito socio cultural o/y religioso en el que las personas se desempeñen. Si el ambiente está más centrado en creencias religiosas y tradicionalistas, las personas tenderán a creer en las causalidades externas; estas pueden concebirse como efectos de castigos divinos, de la sabiduría de la naturaleza, o del poderío de adversarios políticos, etc. Mientras que las personas que participan de visiones más modernas, en el sentido histórico del término, centran sus representaciones dependiendo de la visión científica y del estudio del mundo natural.

El estudio que cito proporciona un resumen de resultados de investigaciones psicosociales y antropológicas sobre el papel de la cultura en la representación de las enfermedades que puede servir de guía a quienes se interesen en comprender la cantidad de manifestaciones, diversas en forma, motivación e intensidad que observamos en estos momentos, a nivel mundial, en relación con el COVID 19

Tal vez sirva también a los lectores una comprensión histórica que ayude a entender esta pandemia en el contexto de los procesos de la humanidad. Lo anterior podría producir un punto de vista bastante más general, holístico, que obligaría a entender la circunstancia actual como momento que amerita de un cambio significativo en el comportamiento humano.

En este sentido propongo revisar un estudio de sobre las pandemias como objeto de investigación La peste como problema historiográfico en el que el autor, José Luis Betrán Moya, nos ofrece un exhaustivo estudio sobre los efectos sociales de las pandemias en la historia.

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Según mi lectura este material tiene como finalidad guiar la comprensión de las pestes de la humanidad desde el punto de vista metodológico, pero mientras el autor cumple su objetivo va proporcionando una visión social de las condiciones sociales y las transformaciones que las epidemias produjeron en las sociedades que azotaron.

Por ejemplo, dice el autor:

Hasta bien avanzado el siglo XVIII la tradición médica e histórica sobre las enfermedades contagiosas del pasado discurrió por caminos bastante parejos. En la práctica totalidad de los discursos científicos, religiosos e históricos coetáneos, las epidemias eran descritas bajo una fisonomía estática que las entendía como procesos hasta cierto punto naturales, hasta cierto punto divinos que se repetían periódicamente en el devenir de las sociedades preindustriales.

Analiza Betrán cómo, a mitades del siglo XVIII, se produjeron cambios en el pensamiento higienista, donde se comprendió la enfermedad como un producto social incluyendo perspectivas de carácter sociológico y geográfico.

Una de las primeras obras en abordar bajo este nuevo prisma la historia de la peste fue el estudio de Elisabeth Carpentier sobre el impacto del contagio de 1348 en la realidad urbana de la Italia central: su visión de la ciudad de Orvieto respondía a la intención de mostrar la situación de la misma antes y después de la epidemia, analizando las consecuencias económicas y sociales que esta tuvo.

La historiografía sobre el tema, dice el autor, ha vivido una etapa dorada en Italia. Las investigaciones analizan ahora la epidemia desde su entorno social haciendo énfasis en las relaciones que se establecen entre el poder político y los ciudadanos en tiempos de peste.

Este ángulo del análisis hace este material sumamente interesante, ya que incita a estudiar las pautas que las epidemias inscriben en el comportamiento social y llama a resaltar, más que las situaciones de pánico o desestructuradoras del orden personal, familiar o institucional, a aquellas fuerzas que pulsan hacia la recomposición de la vida.

Se debe insistir en los trazos que marcan más que la desorganización de la sociedad afectada por la epidemia, en los signos de tipo contrario, que evidencia una voluntad decidida de continuar la normalidad de la existencia.

Dejo estas líneas, las que considero como apuntes desde una mirada sociológica, a la lectura de quienes quieran distanciarse de posiciones compulsivas, en el actual escenario mundial, para comenzar a concebir una comprensión que calce con la visión científica de este problema, que reclama de una colaboración global, en la esperanza de construir un mejor escenario para el futuro.

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Agradezco la atención.

#Encasa

@gracielaacevedo

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