Ambas se abrazaron mientras Jennifer sonreía diabólicamente para sus adentros, pues había tomado la decisión más acertada según su retorcida lógica: acabar con su amiga, haciéndola presa de una terrible entidad que moraba en el regalo.

Amapola no volvió a ser la misma desde aquel día: dejó de comer y de salir. Apenas hablaba y evitaba mirar a la gente a la cara. Los terrores nocturnos eran cada vez más siniestros, siempre aparecía una criatura espeluznante, peluda y de ojos rojos que la observaba fijamente a los pies de la cama. Los gritos eran aterradores, sus padres tampoco volvieron a conciliar el sueño.

Una noche todo terminaría. Volvió a tener la pesadilla habitual, solo que esta vez la criatura se movió y comenzó a subirse, lentamente, en su cama hasta situarse encima de ella. Por más que intentó escapar, fue imposible, no pudo moverse, el demonio la silenció, se metió dentro de ella y la devoró viva desde adentro.

A la mañana siguiente, los gritos desgarradores serían los de los padres al encontrar a su hija bañada en sangre, con los ojos en blanco y sus órganos colgados en el techo junto al atrapasueños.