(Check your sweets)
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With my friends, on Halloween night, we usually go out trick-or-treating door-to-door. As good kids that we were, we listened to our parents when they said, “Always follow the Halloween rules or something bad might happen to you.” These rules seemed silly, but in the height of innocence, we adhered to them as fear was stronger than the typical rebellious spirit at that age.
Each Halloween was magical and, above all, safe. Nothing ever happened to us, and no evil spirit attacked us furiously. We were good and obedient children, eager to devour the sweets kindly given to us by the neighbors. Licorice, chocolates, all kinds of candies, little cakes, the neighbors were so good and generous, especially Mr. Smith with his pastries filled with homemade raspberry jelly, made by him. Although he always changed the type of filling to surprise us.
Every Halloween night, the visit to the mustached and friendly Mr. Smith's house to taste his coveted pastries could not be missed. What would he fill them with this year? Raspberry? Chocolate? Cream? I couldn't wait to try them!
The last Halloween night we went trick or treat, the first thing we ate was Mr. Smith's pastries. What a delight, please! They had a white chocolate coating and an unparalleled strawberry filling. My friends and I devoured those little pieces of heaven in the form of small cakes frantically.
The pleasure faded with each tooth that fell out. It faded with every drop of blood spilled and every scream of pain from my friends as tiny shards of glass viciously pierced our gums. Indeed, Mr. Smith used an extra ingredient in his famous pastries! We had forgotten to follow one of the Halloween rules, perhaps the most important one: Always check your treats.
Junto a mis amigos, en la noche de Halloween, solemos salir a pedir dulces casa por casa. Como buenos niños que éramos, hacíamos caso a nuestros padres cuando decían: “Siempre sigan las reglas de Halloween o algo malo puede sucederles”. Estas reglas, parecían tontas, pero, en plena flor de la inocencia, nos ateníamos a cumplirlas ya que el miedo era mas fuerte que el espíritu de rebeldía típico de la edad.
Cada Halloween era mágico y, sobre todo, seguro. Jamás nos pasó nada ni ningún espíritu malvado nos ataco con furia. Éramos niños buenos y obedientes, ansiosos por devorar dulces que los vecinos amablemente nos daban. Regalices, bombones, caramelos de todo tipo, pastelitos, los vecinos eran tan buenos y generosos, sobre todo, el señor Smith con sus pasteles rellenos de una jalea de frambuesa casera, hecha por él. Aunque siempre, iba variando el tipo de relleno para sorprendernos.
Cada noche de brujas, no podía faltar la pasada por la casa del bigotón y simpático señor Smith para probar sus ansiados pastelitos ¿Con qué los rellenaría este año? ¿Frambuesa? ¿Chocolate? ¿Crema? ¡No podía esperar a probarlos!
La última noche de Halloween que salimos a hacer “dulce o truco”, fue lo primero que comimos, los pastelitos del señor Smith ¡Que delicia por favor! Tenían una cobertura de chocolate blanco y un relleno de fresas sin igual. Mis amigos y yo comíamos frenéticamente esos pedacitos de cielo en forma de tortas pequeñas.
El placer, se fue apagando con cada diente que se nos caía. Se fue apagando con cada gota de sangre derramada y cada grito de dolor de mis amigos mientras pequeños vidrios se clavaban con furia en nuestras encías ¡Vaya que el señor Smith uso un ingrediente extra en sus famosos pastelitos! Se nos había olvidado cumplir una de las reglas de Halloween, quizá, la más importante: Revisa siempre tus dulces.
Inspirada en historias que me conto mi cuñado que reside en Estados Unidos, lugar donde en Halloween, puede pasar de todo.
✏️ Texto por: @aibi93 | ✏️ Translated and formatted with Hive Translator by @noakmilo.
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