El canon de Pachelbel en el sentimiento

Decía Schopenhauer que en la música todos los sentimientos vuelven a su estado puro y el mundo no es sino música hecha realidad. Hablaba el filósofo alemán de la música en los términos en que en Europa y para el siglo XIX podía concebirse como música, criterio que sigue teniendo vigencia.

Somos tocados por la música, de algún u otro modo. Yo lo he experimentado y comprobado en mi distendida vida. Desde las canciones que nos cantaron nuestras madres, la que nos forjó como jóvenes rebeldes, hasta la que en la mayoría de edad nos complace en la calma y la contemplación.

Aun formado en las baladas y rock de los 60, 70 y 80, siendo amante del bolero y los ritmos caribeños (léase “salsa”), una parte de mi espíritu musical profundo, enraizado en la infancia, se nutrió de música sacra o profana de procedencia académica o culta, como se le dice de modo inexacto. Allí destacan Vivaldi, Händel, Bach, entre otros. Si bien no lo hiciera consciente en esa etapa adolescente o juvenil, tiempo después hubo –y hay– una pieza musical que me sigue emocionando y llegando a mí espiritualmente. Se trata del Canon en re menor, así identificado, del compositor alemán Johamm Pachelbel, quien falleció el 3 de marzo de 1706.

No soy músico, pero me fui haciendo, formando, un apreciador y seguidor de la música, durante mi vida de conocimiento y, sobre todo, sensibilidad, ante la Música, así, con mayúsculas. Quizás el momento (y estilo) que más me atrae y complace es el del barroco. La música barroca comporta un “feeling”, diríamos hoy, que nos conecta con un estado de alma, probablemente poco compartido, que combina lo espiritual y el gozo, como podemos experimentar en las piezas de Vivaldi y Bach, por ejemplo.

El Canon en re mayor es una obra que me emociona siempre y me sigue acompañando en la vida. Aun siendo una obra musical libre de “mensaje”, en mí, desde su conocimiento, ha tenido significados muy personales. Difícil de expresar el estado anímico sentido.

En el Canon, la música se expande en esa articulación entre instrumentos —el contrapunto, característico del barroco—; por los tres violines en juego, sobre esa base o bajo continuo, vamos percibiendo y desarrollando una emoción, que se hace poesía, y nos realiza.


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